
¿Qué puedo decirte sobre el fuego?
Recuerdo excelsas lenguas de fuego ardiendo en el espacio, y todo lo que estuviera a su paso pulverizaban. Tremendas mariposas de ceniza volaban por el aire.
El fuego eran palabras mayores para un niño que, una noche, quiso separar una llama de la imponente hoguera con que se alumbraba la noche celestial. Y enredándose la llama a la cintura como una serpiente, intentó llevarla al agua, quiso prender la hoguera bajo el agua de la alberca, pero al tocar el agua, la llama desapareció sin que el niño, yo, ni nadie, supiera dónde habría ido a parar. Incluso los ojos se convirtieron en otra pesada noche sin fuego, una noche capaz de aplastar la tierra con su peso.
Al niño le dolió tanto la separación del fuego que tuvieron que trasladarlo al hospital, donde lo envolvieron en vendas alrededor del dorso.
El fuego es como un mal amante; duele cuando lo tienes y duele cuando no está, dijo un día.
Ten cuidado porque tengo manos de fuego. Siempre lo supe. De chiquito mi mamá solía confirmarlo cuando rompía algo “tienes manos de lumbre” sentenciaba. Y yo me iba por allí creyéndome el incendiario del pueblo, persiguiendo mariposas negras.
B.O.M. Imagen de la red
3 respuestas a «Incendiario»
Adhiero a la definición del fuego como un amante. Si bueno o malo lo dejo para que cada uno pueda decidir.
Excelente escrito.
Saludos,
J.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias José. Viniendo de ti, me alegran bastante tus palabras. Saludos.
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
Me gustaMe gusta