Nos queda la imaginación que a veces apacigua las dudas.
Nos quedan los barcos de vela, el licor, las orquídeas.
Nos quedan majestuosas ciudades de cristal y de cantera.
Nos queda el recuerdo, aunque no sea el mismo de ayer, y a veces se parezca a las ruinas.
Nos queda la calidez de mil saludos, y una que otra mirada furtiva. El rock, Silvio, los otros, el tren y la lluvia.
Nos queda Sabina, las Brontê, Alejandra, Cortázar, Sartre y Virginia. El fuego de Prometeo y el de la tierra.
En los primeros pasos siempre la imagen de mamá nos guía.
Nos queda una sombra en el wiskey, un desierto en el vaso, y un jardín en la sala.
Una Mujer con Sombrero, El cielo Estrellado de Vangohg para las meriendas.
Nos queda Chagall, Klimt, Egon y Toledo.
Una comunidad en trazos con una sola calle de concreto, Cezanne, los días de mercado, el mezcal, Rufino, Siqueiros,
los listones en el pelo de la infancia, los alebrijes en Oaxaca, los diablos de Ocumicho. En la mesa el pan de cada día.
Nos queda la distancia para quejarnos de tardes frías que no se ponen el velo. Renoir y su aire bajo el agua. Muerte Sin Fin, Piedra de Sol, esperanza nuestra.
Las esperas y los encuentros; un papel arrugado. La poesía que le prometimos al mundo, el deseo, la miel, el desnudo.
Nos queda papá, y esta casa que a fuerza de vivir se siente nuestra.
Nos quedan los crepúsculos, las horas, los cafés, la nostalgia.
En el relieve de la cara ¿Cuántas sonrisas? El Garabato, los poetas malditos.
El lado Oscuro del Corazón…Bolaño, un mundo disfuncional y aromático, ...a esta hora, nos queda una señal con el dedo en los labios, de día, el grito y la mano extendida, la compañía, el amigo.
Beatriz Osornio Morales. Imagen Leonora Carrington
Una respuesta a «Pequeño Inventario»
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