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Lo callado y el silencio de las cosas


Lo callado que recorre el borde de las cosas, podría ser el silencio. Lo callado que recorre los bordes de un poema, podrías ser el silencio, como dije antes. Pero el silencio cansa, lo callado  a veces pesa.

De último minuto, del tamaño de un minuto como yo, las palabras verdaderas se esfuman, se pierden en la neblina cerebral de la menopausia. Se les ve por allí, ráfagas fugaces abriéndose paso entre la niebla, como aclarando el camino en la selva, a golpe de machete. Ya sea porque está extraviado o porque hay temas duros de tratar.

Los días están llenos de personajes respetables, a los que se respeta casi por inercia. Sería mucho atrevimiento escribir sobre ellos, describir su apariencia raquítica, obesa en su mayoría, pero raquítica por falta de originalidad, los gestos reemplazados por una buena sonrisa; la misma sonrisa con la que se dicen distintas cosas. Hay que poner mucha atención para saber lo que quiere expresar el hombre del traje oscuro con esa sonrisa, arreglada a la perfección por el ortodoncista.

No me he permitido las bromas hace tiempo, lo que causa que escriba muy serio, sin querer, todo con el fin de mantener el hilo del pensamiento que se dispersa con abrir y cerrar los ojos, un parpadeo es suficiente para desconectar la mente de un pensamiento a otro. Por ejemplo: 

La palabra “selfless” podríamos decir que es lo opuesto de “selfish” que es egoísta.

Frecuentemente me cacho en análisis de ese estilo, sin ningún fruto, sin ningún propósito en particular,  al menos no sé el propósito del cerebro que se inclina hacia ésto, que escucha o cree que escucha. Es inevitable también preguntarse acerca de las raíces de esas palabras “self-less”  “self-ish” ambas nacen de la palabra “self” que es el “sí mismo” raíz del bien y del mal, en mi opinión.

Recuerdo que una noche pensé algo poético, me pareció poético entonces, pero ya había apagado la luz para dormir. Pensé en volverla a prender para escribir la idea poética. De principio temí que la mañana siguiente no recordaría, pero mi cerebro me convenció de que la idea poética tenía un efecto poderosísimo en ese momento, que sería imposible no recordar. Caí en la trampa, me convencí de que la recordaría y la escribiría en la mañana. De tal modo que no era necesario encender la luz.

Por la mañana sabía que había tenido un pensamiento poético pero me fue imposible recordarlo. Una vez más caí en la trampa, una vez más me tocó bailar con la más fea. Hasta la fecha no he podido recordar aquel pensamiento ¿a dónde se fue? ¿es eso lo callado que rodea las cosas? ¿el silencio rodeando los bordes de un poema? quizá solo se trate de un imposible silencio.

Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

Por osorniobeatriz

Escribo porque es posible existir en las palabras, y probar que el sueño de la vida interior es real.

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