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Perro en la mesa


Normalmente cuando llego a la casa, mi perro siempre me recibe con brincos y saltos de felicidad, moviendo la cola y tirándose al piso para que le rasque la panza, su cariño favorito. 

Hoy fue diferente.

Entré a una casa silenciosa y sombría, cómodamente fresca pero sombría. Me sorprendió no ver al canino. Busqué con la mirada hacia todas las direcciones inmediatas. Nada. Debe estar afuera, pensé.

Para mi sorpresa, al dar la vuelta ví el hermoso fantasma blanco sentado sobre la mesa del desayunador, sí, ¡en la mesa!  Incrédula, lo miré con detenimiento. 

Me esperaba sentado, expectante, como diciendo: Perdón por no haberte esperado en la puerta, pero me subí a la mesa y ahora no sé como bajarme. ¿Me ayudas? Le hablé fuerte porque esperaba otra disculpa, una más apropiada, algo así como: Sorry por subirme a la mesa con la intención de robar comida,  no me robe nada, mira, el paquete de frituras está intacto, te lo juro que yo no lo abrí. 

Tuve que guardarme el asombro por esa visión, lindo se miraba Casper así, sin vergüenza de nada,  hasta que empecé a regañarlo, mientras lo bajaba bruscamente de la mesa, agarrando el cuerpecillo ligero de pelo blanco (es de una raza pequeña) y en peso, lo baje al piso. Entonces me miró contrariado. Qué diablos me pasaba, ni era para tanto, sólo quería averiguar lo que había en la mesa, para entender porque huele tan delicioso, y los olores atraen a los humanos que se sientan a comer allí ignorando el resto del mundo. 

Era evidente que estaba enojada, así que con la cola entre las patas se metió debajo de una silla para que  lo protegiera de los regaños. Allí se mete  en caso de cualquier  peligro. 

Más que enojo fue sorpresa, nunca había sucedido. Ahora voy a tener que dejar la mesa recogida a brillo de calvicie, hasta que mi amiguito entienda que subirse a la mesa no es de buenos modales. 

Beatriz Osornio Morales, imagen de la red

Por osorniobeatriz

Escribo porque es posible existir en las palabras, y probar que el sueño de la vida interior es real.

2 respuestas a «Perro en la mesa»

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