
Seco está esto, seco de pasar las manos por el blanco de la hoja, para sostenerse y no caer de narices en el siguiente escalón. ¿Recuerdas cuando te caíste?
Te habían dejado a mi cargo la vida y los supervisores. Aún los veo instruyéndome: «Asegúrate que se agarre bien del pasamanos» ¿Qué difícil puede ser eso?
Te agarraste al principio y yo me confíe. Me di la vuelta para ver donde ponía yo el paso, esperando que te mantuvieras agarrado firmemente del pasamanos, pero casi enseguida, oí el traspíe.
Era el segundo escalón cuando oí lo que sucedió, apenas tuve tiempo de voltear y no alcance a agarrarte. Te alcance ya en el piso, claro que lo primero que quise hacer fue levantarte, tú eres testigo, pero eras pesadito; no tanto como la caída que acelera la velocidad con el peso, y en bajada el peso es más pesado. Sentí que te agarraba y no podía sostenerte, evidentemente tu peso era mayor a ti y a mí juntos.
Luego vi el rostro, tu rostro alcanzar el piso, y tus lentes de armazón rojo desarreglados, más tarde nos dimos cuenta que se habían raspado un poco, pero los lentes son lo de menos. Ahora entiendo la caída cuando es definitiva.
B.O.M. imagen de la res.