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Cuenteando Diarios La magia del Momento

El pasamanos

Seco está esto, seco de pasar las manos por el blanco de la hoja, para sostenerse y no caer de narices en el siguiente escalón. ¿Recuerdas cuando te caíste?

Te habían dejado a mi cargo la vida y los supervisores. Aún los veo instruyéndome: «Asegúrate que se agarre bien del pasamanos» ¿Qué difícil puede ser eso?

Te agarraste al principio y yo me confíe. Me di la vuelta para ver donde ponía yo el paso, esperando que te mantuvieras agarrado firmemente del pasamanos, pero casi enseguida, oí el traspíe.

Era el segundo escalón cuando oí lo que sucedió, apenas tuve tiempo de voltear y no alcance a agarrarte. Te alcance ya en el piso, claro que lo primero que quise hacer fue levantarte, tú eres testigo, pero eras pesadito; no tanto como la caída que acelera la velocidad con el peso, y en bajada el peso es más pesado. Sentí que te agarraba y no podía sostenerte, evidentemente tu peso era mayor a ti y a mí juntos.

Luego vi el rostro, tu rostro alcanzar el piso, y tus lentes de armazón rojo desarreglados, más tarde nos dimos cuenta que se habían raspado un poco, pero los lentes son lo de menos. Ahora entiendo la caída cuando es definitiva.

B.O.M. imagen de la res.

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Época de silencio

En la época del silencio por la que todos pasamos, escribir también pasa, y puede que hasta se pierda en los días como en una avalancha de cenizas. Pero aquí adentro se puede inventar otro alfabeto para deletrear con movimientos, la figura de los ruidos, de las lágrimas, o el simple murmurar con el cuerpo de una literatura perenne. 

Con las manos abro la esperanza para que se derrumben las murallas del tedio, la figura de sus líneas alrededor de los dedos, es transparente como una película, muestra la piel interna, roja, encendida brasa. 

Los montes que construyo con el arco de mi cuerpo, con el giro de mi cuerpo, con el calor, con la luz de mi cuerpo, guardan una lectura de sol en llamas.

Y con la noche a mis espaldas, pesada como una laja compacta, como una lápida nocturna, trato de escribir, soplando un polvo que forma olas en la pared del fondo, trato fuertemente de encontrar una palabra que te defina o te descifre. No sé lo que eres pero me haces falta. Me sumerjo bajo la tumba nocturna a ver si pudiera despertarte de la indiferencia. Enrollo mi cuerpo sobre mí, lo deslizó por la alfombra como un baboso. Allí estás con tu destello de luciérnaga, pegado al poste de la cama, inmóvil, sostén. Pero estás hecho de silencios, de tiempos de otro tiempo, un tiempo que nadie puede pronunciar porque está lejos de todo, lejos de lo que eres, lejos de mí y de tí, estás muerto.

Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.

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El pequeño Eric

El pequeño insomnio que me ha estado visitando por meses, bien podría tener el nombre de mi hijo, mi padre, mi madre,  o bien podría llamarse Eric, el bárbaro, como el vikingo…uno de tantos.

Eric es el que más se asemeja a mi insomnio, por la brutalidad de la que es capaz. 

Eric era un personaje oscuro y sanguinario, de complexión pelirroja que descabezaba inmisericorde a sus enemigos, y con misericordia a los de su clase, pero igual de bruto. Uno de sus vástagos sabía lo sombrío que podía llegar a ser.

Eric, éste Eric, tiene los ojos azules y es pequeño, muy pequeño y salvaje,  golpea las paredes de la habitación toda la noche. Se levanta repentinamente del sueño, e inmediatamente y sin abrir los ojos, empieza a percutir la frente, suavemente al principio, con un compás de golpes de pecho, súplica o arrepentimiento. Hay veces que el display me hace llorar de compasión. Otras veces, parece que la realidad no tiene escapatoria, no podemos ya más contra su mano, y el pequeño pañuelo con cloroformo, es un gran asedio. 

Entre tanto, el pequeño insomnio continúa aporreando la pared, cada vez más cerca de la cama. Al escucharlo uno piensa en aquellos vikingos ancestrales, pegándole al pecho, o al escudo en demanda de guerra. Así comienzan las batallas más encarnizadas, y en cierto momento,  en su pico, la pesadilla puede llegar a pulverizarse en un simple sueño del que hemos despertado ya.

B.O.M.

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Martes lluviosos (fragmento)

Cuando recibí la carta citatoria, creí que era para atender a un juicio. Estaba ansiosa por saber cómo es presenciar un juicio en persona. Acudí expectante a la cita, y atemorizada a la vez por no saber exactamente a lo que iba.

Hoy en la sala, todas las personas que me rodean deben haber sido jurados alguna vez.  Algunos hablan entre ellos ¿Se conocen de algún otro lugar? Somos comuneros de la misma ciudad pero yo no conozco a ninguno y nadie habla conmigo.

Un día nublado es la cortina en las ventanas; la sala me recuerda a un salón de clases en la planta alta; ventanas continuas de la mitad de la pared para arriba, dos paredes sólidas hacia adelante  y hacia atrás, pintadas de blanco, estériles como las de un hospital, del techo cuelgan varias lámparas rectangulares que no están encendidas.

Sin otra cosa que hacer durante la espera, conjeturo, esgrimo pensamientos sobre lo que pueda ser el entarimado de la legalidad,  mientras paseo la mirada en cada rincón de la sala, queriendo reconocer cada rostro desconocido.

La mujer que se acaba de sentar junto a mí parece amigable. Después de unos minutos de verla cruzar una pierna, sosteniendo su bolsa de mano amarilla, y alisandose el flequillo con los dedos, le pregunto casualmente si aun llueve; -¡Ag! sí. Creí que se me haría tarde y corrí en la lluvia, responde con una sonrisa amplia, de esas que inspiran confianza a seguir conversando.

-¡Sólo eso faltaba! lluvia en Martes.
-¡Uf!...es casa llena aquí, observa mirando a su alrededor.
-Parece que llamaron a medio mundo ¿Usted ha servido antes?, me aventuro a preguntar.
-Sí, hace tiempo.
-¡oh! ha de ser triste tener que estar allí en la corte.
-Pues sí, y estresante, pero no se puede decir no a la ley.
- ¿Le tocó juzgar? ¿La  escogieron para deliberar o para qué? pregunté torpemente, yo que pensé que jamás pasaría por algo así- Yo nunca he servido...a mi marido lo llamaron una vez hace mucho, pero no lo eligieron para el panel.
-Yo he servido dos veces de jurado.
-¿Qué tipo de casos?
-Uno era civil y el otro… criminal, pero para el segundo me rechazaron después de las preguntas…
-¿las preguntas? ¿Qué preguntas?
-Hacen preguntas para el proceso de selección. Y esa vez, el caso era de un estudiante asesinado, y cuando dije que era maestra me descartaron.

Debo haber tenido los ojos del tamaño de un plato. Ella seguía sentada en actitud paciente, expectante como todo el mundo. ¡Diablos! nos van a interrogar, pensé. Una sensación de angustia empezó a morderme las tripas.

La lucha de la CSJ por acaparar la adminsitración de la justicia |  No-ficción

Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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Té para dos

Por estas fechas me visita el miedo del agua. Llueve y la tormenta parece redimir la realidad de toda solidez, la convierte en sustancia, agua quieta. ¿Quieta el agua? Uno puede sentarse en el café y pedir una taza de realidad, mientras el olor se expande por los corredores hasta los transeúntes que andan presurosos por las aceras. Tomo un sorbo de realidad para soñar. ¿Sucede algo señora? La liquidez se apodera de todo. En éste estado incontenible, los pensamientos salen escurridizos, escapan de sus corolas y se van goteando de tienda en tienda. Una muerte de agua clara no debe ser muerte, debe ser agua. No se llora por el agua. Yo lloraría por un niño ahogado en agua negra. Lo arrastró la transparencia del oxígeno, con sus partículas hidrogenadas quemó su respiración, dejándolo de ser, a no ser más que un fluido en suelos de arcilla. No lloré entonces. ¿Lloraría ahora? quizá sí, quizás no.

Hay un lugar en que edificios enteros son derribados por el fluir de las montañas. Creció la lluvia. La mayoría de casas no se oponen a la disolución. Pero hay edificios que persisten semisólidos como si no pudieran despertar del sueño. Las gentes están adentro, atrapadas.

Cuando era niña, las noches de lluvia eran noches de zozobra, sabiendo que en caso de un desbordamiento nuestra casa sería la primera en deslavarse, por ser la más inmediata a la vejiga del bordo. Allá vendrían las torrentes imparables de los cerros arrastrando peces de escamas y peces de piedra, paredes, techos, ventanas, carreteras vendrían a llevarse los contenedores del agua, sin dar tiempo a dormir, se llevaría los soportes de la presa, luego la casa en vela. Uno alerta para trepar al árbol más alto, calculando el grosor de los troncos y pensando que, quizá ni el árbol más gordo resistiría la fuerza del agua, cuando ésta se despierta ¿quién pude contra ella?

El miedo del agua hace recordar otros miedos.

El sol sale, los restos de lluvia se evaporan del asfalto con una nueva vida. Noto los edificios incompletos y la figura de una niña; sale de la esquina de enfrente, corre a cruzar la calle sin considerar el peligro, segura de que alguien la espera en el otro lado.

¿Desea ordenar algo más? -Té para dos por favor, respondo. Enseguida señora.

Té Para Dos Y Reloj De Arena Foto de archivo - Imagen de anaranjado,  cristal: 35376998


Beatriz Osornio Morales

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A tiempo

Tu tiempo refleja qué es lo más importante para ti?

¿Cómo rayos vine a parar aquí? No sé, y por más que lo he pensado, estoy llegando a la conclusión de que es imposible saberlo. Es un instante de lo más extraño, podría tener 13 o 14 años de edad. Todo es estúpido últimamente, sobre todo la escuela.

Segundo año de secundaria equivale a:  matemáticas- ¡dénme un tiro! Idioma..pff, igual a escribir ensayos sobre bobadas, y si no, baja la calificación-sermones en la casa-eso de acostumbrar a los padres a las buenas calificaciones– Álgebra-no sirve para nada-los maestros de matemáticas escupen ratas y veneno para matar ratas, matar ratas es estúido.

El profesor de inglés piensa que es un catedrático, pero no del idioma sino de literatura, de filosofía, de escribir libros, books, aparte, se pone roñoso con la gramática y la ortografía. Para colmo mi mamá piensa que es normal. ¿Qué le pasa a este mundo?

Una de las cosas que extraño es jugar sin pensar en el tiempo, ahora todo tiene que ver con el tiempo, a tiempo todo, a tiempo, a tiempo, y al tiempo no le caigo bien, estoy seguro.

Los adultos parecen ser amigos del tiempo, hacen todo a tiempo sin quejarse. Yo, por primera vez en mi vida, me doy cuenta del tiempo…y en qué forma.

Este es un…era un instante de lo más extraño…

B.O.M. imagen de la red

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Ruido de moscas

Pero no caí. Me agarré a una cuerda vieja que colgaba del techo antes de todo. Aún estoy pendiente del más mínimo giro, y del ruido de las moscas, a quienes estoy profundamente agradecida por mantenerme despierta. Sería una catástrofe quedarse dormidos así.

He visto caer cuerpos  desde que ocurrió el colapso, los he visto perderse en el derrumbe, algunos gritando con las pocas fuerzas que quedaban, otros sin tiempo siquiera de despertar.

Quedamos tres aferrados a la cuerda,  esperando que ésta resista el peso. La cuerda quedó atorada en una varilla a la hora del derrumbe. 

No queremos caer al precipicio de los escombros. De pronto, uno de ellos empieza a gritar y a sacudir la cuerda. El verdadero peligro está aquí, en la cuerda de la locura. Yo sigo pendiente del ruido de las moscas.

B.O.M

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Alicia años después del país de las maravillas

Alice in Wonderland [2010] - IGN

Llegué de trabajar a las 2:30. El estaba sentado en el sillón con un vaso de agua y hielo, más hielo que agua.


Dijo que no hacía mucho había terminado de arreglar la puerta de la barda en la parte de atrás de la casa, por donde estaba el pasadizo. Recién terminaba, dijo.


Asumí que no era tan recién, pues estaba vestido con ropa normal, no de trabajo, lo que indica que ya se había bañado, y por el olor en la cocina, había comido. Dos rosquillas con queso…dijo.


Luego saltó al tema de las botas… mis botas cafés. Cuando entró de arreglar la puerta, se topó con unas botas que parecían listas para tirarse a la basura, para llorar. Entonces ví las botas relucientes.


-No soporto ver una persona con los zapatos sucios, dijo- Eso lo sabemos los dos. Yo lo sé y sentí un poco de pena ante el nuevo lustre de las botas.


Le agradecí que las haya limpiado, al tiempo que sonreí divertida por su intolerancia, ¿o es amor?


Más tarde me sentí eufórica no sé porque, fue como pasar de una realidad a otra más emocionante. Analicé un poco y una parte mía insinuaba que era buen augurio, intuición de que algo bonito iba a ocurrir nuevamente. Otra parte de mi, me previno de confiar en esos arranques que a esta edad podrían ser trampas hormonales. La vida nunca es lo mismo después de Wonderland.



Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red

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Desde el naufragio 1

Ya perdí la cuenta de los días y noches de naufragio que he pasado en esta balsa, navegando el mar con la mirada al cielo. Para no caer en completo desaliento, me digo que son seis días y cinco noches de firmamento estrellado, sin memoria. Voy solo, hablando a ratos para reanimar las palabras que parecen ir muriendo al hacerse innecesarias. Callado lo más de la travesía, pero callado sólo por la lengua; en el interior del hombre áspero de barba crecida en el que me he convertido, con la piel quemada por el sol y el reflejo de las aguas atroces, que salpican de sal la marea en mi pelo, en el interior de ese ser cada vez más extraño, miles de conversaciones suceden; algunas conversaciones pertenecen a tiempos distantes entre sí, pero dentro de mi mente, los diálogos se van erigiendo como sistemas de vialidad urbana, cruces elevadizos, y anillos de vías emergentes, extendiendo sus dimensiones al placer silábico de las palabras hasta que nos vence la fatiga.

Las olas chocan contra mi barca perdida, y yo les aprendo ese lenguaje de energía marítima. Aprendo del mar donde naufrago. Con el tiempo, las olas y yo hablamos un solo dialecto, ya sobre la proa, junto a la Gorgona del viento que sopla su sueño polar de mejillas regordetas, ya sobre el timón imaginario, roto y reemplazado por un par de remos, entre los salvavidas de viajeros ahogados que el mar siempre recuerda. Hablamos largas conversaciones el mar y yo.

Cuando hablamos el mar y el yo que olvidó su dialecto, el extravío y la soledad ya no asustan.

B.O.M. imagen de la red