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Dancer

DANCER (LA NOCHE)

Unas cuantas líneas hacia la derecha, unas cuantas más de regreso a la izquierda, rodeando trazos con los pies, levantados los brazos como alas. Dicen que cuando uno muere, regresa al lugar de donde ha venido. Quizá la memoria se recobra al morir. Eso es lo que sucede porque yo no recuerdo de donde he venido.

Así el asombroso cuerpo de la mujer se repliega una vez más al piso, sin poder explicar cómo fue posible su extravió.

En la mirada de Elba todo parece igual que antes de su última crisis depresiva. Ya solo quedan los borrachos en el bar.

El botón perdido resulta haber estado allí junto al armario, todo este tiempo, escondido entre los pastos de la alfombra que Elba limpia regularmente, con una simetría centrífuga gira toda sobre la punta de sus pies. Recuerda que esta noche debió haber sido distinta a las otras noches, volvió a bailar en el bar de las Luces Rojas.

DANCER (EL DIA)

La mujer de cuarenta y cinco años no se parece a Elba, aunque pretenda ocupar su lugar en el espejo. Lo bueno es que Elba la ha ignorado toda su vida.

Ocasionalmente, la figura descuidada, con kilos de más en la cintura y en casi todo el dorso, se impone a la verdadera Elba, tan delicada que al verla, se tiene la sensación de poder romperle un hueso con la pura mirada. Es una mujer afable, intensa, pero su afabilidad intensa puede durar lo que dura uno en soplar un diente de león. Entonces vienen las crisis, la cara grotesca, sin depilar las cejas, el vello del bigote visible, la piel grasosa en partes y en partes, escamosa, los poros negros sobre la nariz, los labios todavía llenos pero empezando a perder vigorosidad, el pelo decolorado y poco lustroso; es entonces que la gravedad gana en definitiva la batalla de los senos.

A decir verdad, no es fácil pasar la segunda mitad de los treinta, esperando todavía poder encontrar el amor de su vida en una plataforma, inventándole pasos que se cruzan sin darse cuenta, giros. De puntillas la esperanza, abrazada su liviandad al tubo de baile, permanece. Ese instante vago que todos recuerdan bajo los reflectores es la verdadera Elba.

 

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Beatriz Osornio Morales. imagen de la red.

Por osorniobeatriz

Escribo porque es posible existir en las palabras, y probar que el sueño de la vida interior es real.

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