
“Su único don era conocer a la gente casi por instinto, pensó mientras caminaba
Ahora puedo decir con certeza que a cada libro le llega su momento. Habíendo leído otros libros de Virginia Woolf, pospusé Mrs. Dolloway intencionalmente, aunque las razones no estaban claras para mi entonces. Finalmente decidí afrontalo y con deleite. Cosiderando que se trata de Virginia Woolf, pero no solamente Virginia Woolf la escritora, ensayista, pensadora universal en la que se ha convertido con el tiempo, sino la Ginia cercana a mi corazón, que se convierte todos los días en la mejor escritora que podía ser, las mismas razones quizá que la han hecho universal, desisto a la idea de hacer una reseña per se. Por unas cuantas afinidades, puntos de vista en a la forma creativa, lo menos que podría resultar de este intento, quizá sea una eulogía, no muy alagadora, espero.
Virginia se ha convertido en un punto de referencia para mí, pero… ¿Cómo te atreves a elucidar La Señora Dolloway? me dije y aquí está la pregunta al aire, sin categorizar el libro.
Puesto que estoy tratándo el libro desde una cercanía quizá peligrosa para una reseña objetiva, usted trate esto como una experiencia de domingo en la tarde, o como el mismo miércoles de junio donde existe La Señora Dolloway.
Es una novela con aliento de continuidad. Más allá de la división de capítulos que para nada ejercen un cambio de voz o escenario predescibles. La aparición de uno u otro personaje puede ocurrir en medio de un párrafo, inclusive a la mitad de una línea. Un libro que además de su efervesencia interor, cuenta una historia en tal forma inteligente, que mantiene atento al lector. Nos desviste el mundo de Clarissa Dolloway, un Londres con relojes, cuyo fin principal es unir a los distintos personajes.
“Lo curioso de regresar a Londres después de cinco años, era la forma que esto hacía, aunque fuera los primeros días, que las cosas sobre salieran, como si nunca antes las hubiése visto: Los amantes discutiendo bajo un árbol, la vida doméstica de la familia en los parques. Nunca había visto a Londres tan encantador; la suavidad de las distancias, su riqueza, el verdor, la civilización después de India, pensó”
Es inevitable, al leer el libro, no contagiarse de su efervesencia interior. Está la visión de Peter que se fue y ha vuelto de la India, y anda por las calles de Londres después de saludar a Clarissa, el antiguo amor de su vida. La visión de Clarissa es la visión del que se queda y ha encontrado en esta ciudad lo que da sentido al instante.
“Lo que amaba era esto, aquí, ahora, frente a ella. La dama gorda en el taxi…¿Importaba entonces -se preguntó, caminando hacia Bond Street- importaba que ella inevitablemente deba cesar copletamente? Todo esto debe continuar sin ella ¿Lo resentía, o acaso no se convertía en consuelo creer que en la muerte terminaba absolutamente todo? Pero eso, de alguna manera en las calles de Londres, en el estar y flúir de las cosas , aquí, allí, ella, sobrevivía, Peter sobrevivía, vivían el uno en el otro, ella, siendo estaba segura, parte de los árboles, de esa casa así fea, cayendose a pedazos como estaba, parte de la gente que ella nunca había conocido. O ella, allí afuera como una llovizna entre la gente que mejor la conocía, quienes la sostenían en sus ramas como había visto que los árboles sostenían la llovizna, pero se extendían tan lejos, su vida, ella misma”
En este libro se exploran la mente y las emociones, y los sucesos que las propician no son secundarios.
“Como había sido tan infeliz ahora ya por semanas, Rezia le daba significado a las cosas que ocurrían, casi sentía a veces que debía parar a la gente en las calles, si se veían bien, gente amable, solo para decirles “soy infeliz” Y esta vieja cantando en la calle “Si alguien viera lo que importa” de repente le aseguraba que todo iba a estar bien. Irían a ver al Sr. William Bradshaw, pensó, su nombre sonaba bien; él curará a Septimus en seguida”
El tiempo de la novela, aunque es la médula principal del libro, en la visión de los personajes es importante a lo largo de su trayecto un miércoles de Junio, por la trama, donde Clarissa Dolloway planea una fiesta, y sobre todo por los relojes, esa cronometría trasciende, termina convirtiendose en un tiempo sin noción de tiempo. Las cosas son otra cosa, el sonido de los relojes, las sirenas de la ciudad solo son una forma de recuperar o conectar a un personaje con otro:
“Animado, casi alegremente, el hilo invencible del sonido termina en el aire como humo en la chimenea de una cabaña” Exquisito lirismo de este tipo a lo largo de la novela.
Los personajes a veces son el caso de la frontera, ni una cosa ni la otra, ante la vida de la ciudad y las denigrantes condiciones de la guerra. Como en el caso de Sally Seton, amiga de Clarissa de quien en un tiempo estuviera desesperadamente enamorada, ahora está casada con un hombre, del cual Clarissa piensa que es inferior a Sally. Evans, amigo de Septimus, quien muriera en la guerra y ahora convertido en fantasma que se encontraba Septimus en cualquier parte de la ciudad, Rezia, su mujer a quien había conocido en Italia y ella había dejado todo para estar con él en esta ciudad que no termina de ser suya. Clarissa, la protágonista de la historia, una mujer que parece muy segura de sí misma, pero en realidad, batalla constante mente con sus inseguridades. Los personajes a veces se sienten difusos en la diversidad de la metrópoli. Lo mejor del estilo de Virginia Woolf, es que crea personajes autónomos y sus emociones son propias. Para nada siente el lector que los personajes son manipulados, existen con naturalidad.
“Londres ha tragado a muchos millones de jovenes llamados Smith, sin cosiderar fantásticos nombres cristianos como Septimus”
Nadie queda exento a los rigores de la guerra aun en la ciudad“Tan impertinentes e insidiosos eran los dedos de la guerra europea…”
Clarissa es una mujer auténtica con todo y sus inseguridades, y no la mujer superficial que muchos en la novela piensan que es. Ama la vida, ama organizar fiestas, invitar distintos círuculos de la sociedad aunque haya algunos que no la convencen, ama a su hija Elizabeth, a Richard, se extasía ante las flores. Me encanta como es consciente de las deficiencias del gobierno de su tiempo a pesar de que Richard su marido es parte de el.
Una cosa curiosa que me pasó con Clarissa en el libro, es que todo el tiempo estuve viendo la cara de Meryl Streep, oyendo su voz y atajando sus manerismos, supongo que habiendo visto la película de Las Horas antes de leer La Señora Dolloway, es comprensible y absurdo al mismo tiempo, pues se trata de dos distintas Clarissas. En fin, la película es materia de otro tema rico.
En el libro mucho se dice sin decirse, lo cual es un alivio: “No dijo te amo, pero le tomó la mano” de tal forma se van dando las relaciones entre los personajes.
El conflicto entre los humanos y consigo mismos es otro aspecto latente de la novela, si no me equivoco el más importante: “El no quería morir. La vida era buena, el sol caliente, solo los humanos ¿Qué querían?”
El libro termina en el cúlmen de la fiesta, donde Sr. Bradshaw comenta sobre la muerte de un joven soldado, Septimus, que sufría desorden post traumático a consecuencia de ser sobreviviente de la guerra europea, como se refieren a la Primera Guerra Mundial. Siendo este conocimiento, el único encuentro entre Clarissa y Septimus Smith. A ella ¿le incomodó o dolió saber de su muerte como si lo hubiése conocido? Descúbrelo.
Puedo decir que el libro trata de eso que más que contarles, he intentado insinuar, para no arruinarles la lectura, pero eso no es todo. Neil Gaiman dice en un análisis sobre Farenheit 451 de Ray Bradbury, que un libro se trata sobre eso que nos es evidente a los lectores, pero además, siempre se trata de algo más. Yo agregaría que sobre todo sucede con los buenos LIBROS.
Como en el caso de la gente de una ciudad o de un libro, que a veces solo llegan a cruzarse en nuestra vida por oídas, así espero que con ustedes queridos lectores, nos encontremos, si no en la calle, o en el Londres de La Señora Dolloway, en nuestras mentes al margen de la palabra.
Las citas en cursiva son tomadas completamente y traducidas a mi responsabilidad, del libro Mrs. Dolloway, de Virginia Woolf.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
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