“¿Big Sur le llaman a esta arena, a estas rocas, este arroyo?”
Un día que visité la biblioteca pública, de esas veces que buscas sin saber lo que quieres, buscas por buscar entre los pasillos silenciosos, y de pronto gana el bullicio de los títulos, los libros, las portadas cuentan su propio historia. Recorres las letras del abecedario como calles llenas de tráfico que pueden llegar a aturdir. Intentas recordar algún escritor que comience con cada letra, solo reconoces unos cuantos, algunos los has leído, otros no te llaman la atención ahora. El caso es que llegas a la J y casualmente encuentras a James Joyce “Retrato de un Joven Artista” lo tomas. Sigues la ruta, allí está la K y. entre libros más altos y más gordos que BIG SUR de Jack Kerouac, el tal Beat anuncia su nombre, te suena ¿Jack Kerouac del movimiento Beat?lo apartas. Más tarde encuentras en Big Sur, numerosas referencias a James Joyce, curioso.
De entre los dos libros, escogí leer Big Sur de inmediato.

Jack Kerouac es un escritor norteamericano que nació en Massachusetts en 1922. Vivió gran parte de su vida en New York y San Francisco, así que en el libro existe la dicotomía de elementos urbanos y bucólicos a menudo en disputa. Jack fue una de las figuras principales de la llamada Generación Beat. Escribió varios libros antes de Big Sur que le valieron el reconocimiento y fama en su tiempo. Entre ellos “On the Road”, el cual él reconoce como el principio de la fama que lo arrastrara a los excesos y abuso de las drogas, más marcadamente el alcohol.
Big Sur está narrado en un tono confesional, por tanto no tiene pinta de ficción, si acaso un excelente manejo hiperbólico. En la trama Jack decide hacer un viaje del este al oeste, alojandose en una cabaña en Big Sur, California, que le prestara un amigo con el fin de recluirse una temporada en soledad, y tratar de recuperarse del alcoholismo crónico que venía sufriendo. Una especie de búsqueda personal.
Los primeros días encuentra que la soledad tiene sus propias voces, distintas a los rugidos de la ciudad. Descubre que le gustan los tonos del arroyo que da al mar, las voces de cada rama, allí, a veces la noche está hecha de murciélagos y eso no le incomoda. Lo que incomoda en una cabaña es el tiempo y la niebla, y bueno, una cosa que podría mejorar el presente es que la ventanas tuvieran malla anti moscas y anti mosquitos, así tendría la opción de mantenerlas abiertas en un día cálido, para que entre la luz.
Como Jack escucha todo lo que encuentra a su paso, incluido el mar que está cerca, se puede decir que Big Sur es un libro auditivo en gran parte. Por su naturalidad narrativa es fácil creerle cuando describe cada sonido, cada sensación, cada idea, cada visión. Yo le creo cuando me enseña las voces de las olas como si distiguiera una de otra, el léxico del río es vasto, las voces de las moscas sumisas al frío, los murciélagos que hacen la noche, hay que creer todas esas maravillas que él a veces llamaba necedades. Pero también hay que creerle a Jack cuando sospecha de su propia locura. Entre los delirios de la adicción y la sobriedad de la abstinencia, escribió religiosamente, transcribió las voces del mar casi por obligación, porque según él, James Joyce ya no estaba, así que alguien tenía que hacerlo. “Y me siento allí, escuchando las olas hablar de un lado a otro en la arena, con distintos tonos de voz: ka bloom, kerplosh, crowsh, ¿Son cuerda los ángeles en todo el mar?” Por esos días su trabajo era escuchar, escuchar en la luz y en la oscuridad, escuchar hasta el hartazgo que lo haría volver aliviado a la cabaña.
“De hecho siempre es tan maravilloso alejarse de eso, y regresar al bosque más humano, venir a la cabaña donde el fuego aun está rojo, y ver la lámpara de bodhisattva, el vaso de helechos en la mesa, la caja de té de jazmin cerca, todo tan amable y humano después de ese diluvio allá afuera”
La parte más difícil del libro es cuando cede a la debilidad de volver al círculo vicioso de la auto destrucción. Vuelve a la ciudad a encontrarse con amigos en cuya compañía no es fácil mantenerse sobrio, con todo lo difícil e insoportable que llega a ser la soledad de Big Sur al final de tres semanas, no se compara con el gran vacío que puede experimentarse con el conflicto de las relaciones humanas. Se convierte en el poeta que bebe hasta la inconsciencia, hasta el delirio y las explosiones mentales que él describe así: “Primero las había visto en Peyote y mescalina, entonces yo habría dicho (cuando aún inocente jugaba con las palabras) -Ah! La manifestación de la multiplicidad, de hecho puedes verla y no son solo palabras, (…) hasta que el alba finalmente llega, mi mente es solo una serie de explosiones que se hacen más estruendosas y más se multiplican en pedazos rotos, algunos de ellos grandes y orquestrales, luego, explosiones de arcoiris de sonido y vision mezclados.”
Paradojicamente, el aislamiento puede ser tan extremo e insómnico, que empuja tarde o temprano a buscar desesperadamente refugio en otro cuerpo humano que duerme en el piso.
“Ahora que Biellie está dormida, tan quieta y pacífica, me pregunto si podré dormir junto a ella, abrazándola. Eso hago, gateo con mi ropa puesta, la cual me puse porque tengo miedo a enloquecer desnudo, o a no poder escapar de repente de todo, con mis zapatos. Ella se queja un poco en su sueño, y continúa
durmiendo mientras la abrazo con estos ojos quietos y rígidos”
Este párrafo es un ejemplo de las muchas alusiones a la muerte en el libro Big Sur, las cuales dan un tinte de necrómago, como sugiere de paso mi amigo Marco Antonio Regalado al respecto.
En algún momento de delirios y paranoia, propiciados por la abstinencia en un alcohólico, hasta las palabras que habrían sido su pasión llegan a convertirse en verdugos: “Las palabras que había estudiado toda mi vida, de pronto me han llegado con todas sus más serias y definitivas facturas. Nunca más seré el “poeta feliz” “cantando” “sobre la muerte” y aliados asuntos románticos”
En la novela, entonces viene un final que yo consideraría feliz por tratarse de un despertar después de largas torturas físicas y mentales, y después de una siesta de gato, o ¿después de morir? la interrogante apenas sugerida por las numerosas referencias a la muerte a lo largo de la narración.
Al final del libro viene impreso el poema MAR que nació de todo el dolor de Jack en Big Sur, tras sus días en la cabaña. El poema también trae referencias a Joyce, así que asumo que fue una gran influencia en la carrera literaria de Jack Kerouac, y casualmente me tope con los dos el mismo día. Sobra decir que el poema tiene la musicalidad del mar, así como sus abismos que entierran tumbas. Su musicalidad consiste en el uso de líneas, frases entre el delirio ininteligible del mar, las palabras existentes, y sonidos inventados si no por el mar, por Jack Kerouac
“¿Alguna vez le he contado sobre el agua que se junta con el agua?”
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
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