Salió en medio de la tarde/ dejó la casa
la terraza con los ojos cerrados contemplaba ya la noche,
y los astros aún dormían como gatos a la sombra de las nubes.
A ella siempre le gustaron los ruidos nocturnos:
el eventual motor de carro que se va acercando precipitado
de la nada, rascándose la cabeza
para desvanecerse distraído en la distancia,
un grillo.
Estando allí sin estar, estallar
salir de casa y entrar a ser,
cuando un ala de cicada canta, es cantar
la oscuridad imaginada, ser… y llave en mano
olvidar.
Ya no es posible querer así, con la tenacidad de un guerrero
ni defender a diario los cubos de hielo bajo el sol.
Tanta felicidad para qué, si es solo aire
bilateral, rumor, hoja desprendida… árbol y nada…
a pesar de este pensamiento antagónico, tiende
su manga a la lluvia dorada, y es hora cuando es.
Tirar la llave en el lugar más hondo de nunca más.
La hora es, el tiempo no, el tiempo es río
que fluye por las horas y las va dividiendo
como flecha al blanco.
Luego intenta volver sobre sus pasos
pero el cerrojo de la puerta está corrido,
manipula, piensa, recuerda… silencio, oscuridad…
¿Es posible que haya cerrado la puerta sin darse cuenta? o nunca fue
más que un sonido, motor de auto, paralelo en marcha por los ruidos de
la noche… más allá de la tarde, su calor y su escape huelen a tiempo
fuera de tiempo.
Beatriz Osornio Morales