Quería volver a casa;
por veinte años ha querido volver.
Pero perdió los pasos
y el viento borró sus huellas.
Ahora hay solo arena,
grandes dunas de distancia
y arena, montañas de arena
alrededor de la arena.
¿Dónde están sus pisadas?
en tierra de nadie contra el tiempo.
Lo que se escucha alrededor
es sólo viento.
Viento el pájaro que canta
viento la luz y el regreso,
viento el espejismo del agua,
viento sin ella, sus pasos.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red
No sé cómo llegue hasta aquí.
Me encuentro en la zona del índigo,
al parecer mientras fumaba,
un cometa arrastró mis sueños,
y mi delirio,
en esta campana de resonancias frías
de abedul nocturno, amor partido,
el humo se extingue y el aire va clareando poco
a poco, tirando al azul de su transparencia.
Ahora puedes ver que el índigo
también es parte del arco iris
Beatriz Osornio Morales . Imagen de la red.
Si es de silencio la noche
se abre y ensordece la ciudad,
sus estruendos incrustados
en las paredes
suavemente quedan en duelo
bajo las luces de neón.
Es de algo que fenece la gente…
hablan las lápidas al benigno
césped y el musgo,
que crecen cerca del sueño
que murmura la hierba.
Cuando ya no haya que decir;
ese no tener qué decir, en lugar
de un trago solitario,
llevará nombre propio.
El silencio es muchas cosas;
no conoce la nada,
lo comprenden los mudos,
lo escuchan los sordos.
Si el silencio es esta música
va a tocarnos nuevamente,
y sin dormir, sin lavarnos los pies,
con la voluntad rasurada,
a ras de un sí, un no;
el jardín florece mientras bailamos.
B.O.M
Si algún nacimiento surge de éste instante,
arrollado infortunio, nombre buscado
entre los siglos, hallado péndulo.
Si el cáncer fuera un poco la salvación,
si nos dejara descansar en su agonía,
tendería los brazos victoriosos a la vigilia.
Si el Gran Meridiano existe
y es verdad en su línea indivisible,
si es la perfecta mitad de tu cuerpo
éste centro, aquella lejanía,
andaré cada paso para llegar a ti.
Más allá de un mismo nombre; figura
de hombre solo, concentro
la dulzura de lo inútil,
móvil que sostiene al mundo, y lo hace
rodar por la avenida.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red
La noche seguía nevando
y a ratos, el viento golpeaba
con graznidos de pájaro en la ventana.
El cuerpo del sonido
aun resbala en el vidrio
como un animal herido,
su gran rueda de soledad
piensa sin pensar,
fresca entre los follajes.
Adentro, el abandono se exilia
pero antes de irse a dormir,
empuja los cuerpos a una pasión secreta,
que ya habían bebido en otro siglo los dioses.
Una música ligera marca el rítmo;
movimientos imantados al beso.
Bailan en la alfombra
y un jardín oscuro los oculta del mundo,
entonces escuchan las mismas notas
en el mismo paso, y
mientras sopesan el roce de sus caricias,
crean una rapsodia
con las voces inaudibles del tacto.
Es imposible imaginarse sin esta mano,
fuera de esta forma, suspiro de la carne,
ser algo más. No hay nada más allá de este
instante, más allá del tiempo se caen los pasos.
Conjuro la voz perdida, quebrada
en minúsculas voces
que se esconden tras del espejo.
Usurparon mi nombre;
hace tiempo, hace un instante o
podría estar sucediendo,
con la caída de las hojas.
En acto de rebeldía
me pongo a repetir mi nombre,
todas acuden a la imagen hambrientas,
con sus rostros deformes, de piraña.
Imaginería sin contornos.
Una parte mía calla y la otra habla,
la que calla es la que grita, y la que habla
desconoce su voz; las demás voces
se esfumaron con la primera imagen
en un canto de espuma.
B.O.M
La tibieza de un cuerpo es imposible de anular
en el tacto de las sombras; incluso es más intensa,
al roce obscuro, su calidez cobra forma,
su brazo alumbrado resiste invencible, voluptuoso.
El rostro eclipsado parcialmente de barba
elucida un misterio insondable,
que arranca al pecado la mitificación
de las palabras.
Entre líneas, abatida la tempestad,
se diluye en forma corpórea de luz interna.
Lo demás es nido de arañas.
De rodillas en las sábanas blancas
que te recuerdan estando ausente,
y te acarician estando juntos, amante,
no sé si deseo más tu cuerpo macerado,
que desnudo moldea las sombras del vacío,
y las penetra, o ese otro ser oscuro que soy
no es nada sin ti.
Si eres el todo donde existe la posibilidad
de un todo, eres, haces que sea,
somos horizontes descontinuados, pero
juntos.
La salamandra del silencio
que surge de no estar contigo,
es una belleza atroz.
Caigo a los pies del diluvio por tu cabellera,
por la mañana me resurges
de entre los brazos abiertos al sol.