
Tu nombre era un lugar concurrido;
hasta que un día salieron todos con el alma amanecida,
ahora es solo noche…
Beatriz Osornio Morales, Imagen de la red
He hecho un sol de mi silencio, y es tan acogedor que, por aquí pasan los perros callejeros de las ciudades fronterizas, la teatralidad hedionda de los políticos a la hora de sus discursos, la navaja de los escritorsillos ultra vanguardistas, que vituperan contra el partidismo y luego se entera uno que incluso ellos son aliados de algún bicho institucional.
También de aquí quiero huir. Pero no lo hago; uno que otro recuerdo entre las bugambilias de una tarde en el café, se presta de refugio, es allí donde sale el sol de mis silencios, entre charlas utópicas que arman y desarman el mundo, para arreglarlo en un santiamén.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de Pinterest.
Supongo que si de tiempo se trata, este es el tiempo donde existo. Aunque podría ser la conciencia de ello lo que realmente persiste como tiempo.
Estaba en ese tiempo. Te decía que las palabras huelen a hojarasca. Abrí la puerta de atrás y recordé ese aroma olvidado, sentí el crujir de mis palabras que se desmoronaban en el polvo, y oí romperse el cuerpo del misterio. Su aroma era el de las hojas quemadas, y no sé porqué pensé en los pétalos de las rosas secas que he ido guardando cada aniversario, están sobre la mesita de las cartas.
Las palabras minerales sueñan con ser estrellas, pero por el aroma, sospecho que son cenizas a millones de años luz. Lo que vemos brillar es la luz milenaria de un tiempo sin memoria.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de Pinterest.
Se habían convertido en superstición mutua. El mundo sólo era hermoso en presencia del otro. De allí las frases que se dicen y que en la realidad resultan imposibles. “las estrellas brillan por tí y por todo lo que haces” una frase sabrosa que he encontrado entre las canciones que estoy escuchando. Coldplay es el orígen de ésta. Pero en serio, cuando escuchamos hablar a los amantes ¿no nos parece que algo raro les está pasando? por todos los cielos. Lo peor es que muchas veces esas palabras encuentran resonancia aquí.
Debe ser que se llenan de infinito, y entonces ya valió queso porque fuera de ese infinito, los amantes sienten que les falta la respiración, que descienden al mismísimo infierno de Dante.
De ser por ese infinito que hoy me habita, encuentro conexiones entre la música y las letras. Pero lo que es yo, tengo ganas de que antes de que llegue mañana, tomar las cosas que he hecho y hacer algo con ellas, algo lindo, una canción, un poema, o un cono para helados.
Tengo ganas de beber unos tragos con J, mi hermana, fumar un camel en el cuarto oscuro, con sólo su voz de fondo, y el humo, y cada mueca suya.
¿Y tu día cómo va?
Ya sé, no es forma de terminar un texto, colgando de una pregunta, así que voy a sugerir que es sólo un escalón para escapar al infierno dantesco, pero si quieres salir o entrar, es cosa tuya.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de Pinterest.
Dices que posees nuestro recuerdo guardado en un tiempo de granos finos, un tiempo donde somos lo mismo que fuimos. Ya no somos. ¿Te parece? Hablamos de las mismas cosas. Te fascina la sonrisa de mis hijos. Poesía.
Los cuadros, las pinturas que vimos no muestran lo mismo más allá de los contornos del muro, ahora somos otras quimeras con cabello de gusanos enredándose en la cara. Otras son las manos que nos preocupan, otros encuentros sin mar y sin mujer azul esperan entre los cráneos tirados al río, desde donde se reflejan a sí mismos en una muralla de huesos, linda pintura. Un chac-mol con miembro y un pequeño corazón escondido entre los dedos, ocupan el espacio de unos cuerpos tallados por el placer ¿A dónde nos fuimos?
Aquí, allá, el tiempo es cruel, nos corrompe estático, largo, ínfimo. Por suerte somos de una sustancia escurridiza, como el agua en el colador de las manos; nos agotamos en la interminable caída de la gota. Somos gota y sed que no se sacia en ningún abismo, ni se corresponden nuestras moléculas. Caemos sobre unos labios resecos, sobre una piel febril y hacemos incendios pero sin dejar de precipitarnos. O caemos en otra inundación de almas, cruzamos océanos para nutrir las aguas de nuestra casa amada, alimentamos el cuerpo de peces que muerden el ojo de la vida y luego, nos entregamos a la disolución. Hasta entonces. Tú y Yo. Ese es el instante que perdura eterno en nuestro jardín soterraño. Uno es el que se consume de flotar en la luz artificial, el instante no acaba ni se corrompe. El instante que logra abandonarnos es perene.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.
Ya no me fío de las sombras. Mi sombra hace tiempo que se esconde de mí, viene y va como le place por la vida. Así pasé unos años sin pensar en ella, me acostumbré. No recuerdo qué día de qué semana, de repente saltó a mis espaldas algo que apenas alcancé a ver por el rabillo del ojo. Al principio pensé que en verdad había alguien allí, en el mismo cuarto, pero lo ignoré y seguí con mi ritual de, Abre la cortina y asómate por la ventana, siempre y cuando veas en el cielo un parche azul, hay esperanza, así comienza el día al vapor del café. Luego hay que bañarse y cepillarse los dientes sin perder la conciencia ni un minuto.
Sabía que no estaba sola, así que después de alistarme le dirigí la palabra pero no me respondió, me quedé quieta unos minutitos y volvió a saltar de la izquierda como una ráfaga enturbiada. -¿estas lista? le dije, por respuesta, un salto más. Entonces quedamos frente a frente. Para mi sorpresa, vi que no era mi sombra, dijo que estaba perdida desde hacía días. Alguien la olvidó en el parque una mañana -¿Cómo llegaste hasta aquí? -Hace dos días te seguí de vuelta del trabajo. ¿A quién le perteneces? La pobre no recordaba el nombre dijo preocupada. Temía que la echara a la calle sin misericordia, y no le gusta la lluvia. Obvio, no tuve estómago para echarla. Acordamos que haríamos un anuncio, colocando copias por todo el parque con la esperanza de ser reclamada, y para consolarla prometí que si nadie la reclamaba, se quedaría conmigo. Así me hice yo de mi único amigo, una sombra que no es mi sombra.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.
Vendrán otros meteoros a parecer estrellas,
a que les dediquemos una mirada donde llueve luz.
Entonces, nosotros los hombres de ciencia
quizá desaprendamos todos los nombres del cielo,
y aprendamos a llamar al cielo, cielo.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
Es enajenante reclinarse sobre la espalda y contemplar el techo. Las convicciones cobran forma en ese rostro estático. Los deseos más ardientes se acrecentan en la garganta de tirol. Todas las ciudades acuden desde la antigüedad, con sus ríos de sangre seca bajo la transparencia que corre, empujada por fuerzas apremiantes.
Los egipcios y los pompeyos combaten en los granitos de yeso, el imperio de la existencia está en tela de juicio. No basta hablar de voces y silencios, demostrar quién es más poderosos, no basta saber o no saber, y hallarse en la ignorancia. El hombre anda loco buscando, buscando aquí y allá un trozo que le falta, y se detiene solo para volver a quedar perplejo en su pregunta, cree que sueña y se inventa, pero anda loco viviendo en las catacumbas, en la necrópolis de Roma, en las Pirámides del Sol y la Luna, en la huída de Quetzalcoatl.
Un hombre solo persigue, en su música hay llanto y en sus armas químicas un reflejo del paraíso terrenal, un idealismo de dominación del mundo absoluto, pero ¿Cómo dominarse a sí mismo de la destrucción? Desde el imperialismo norteamericano hasta Hiroshima destruida, el hombre miente.
Habría que observar con la búsqueda del hombre milenario, desde la prehistoria hasta el siglo XXI, en adelante el pronóstico o la suposición etérea, serán simplemente.
La existencia puede ser un esfuerzo de la filosofía, o simple materia en transformación, supervivencia de la magia en un más acá, pero hay preguntas sin resolver. En cada hendidura del este manto solar, se destila humedad y fuerza de recreación, que hacen que la salamandra no pierda sus miembros en el ataque de la naturaleza mortal.
Todo converge en esta noche. Todos los pasadizos conducen a desmentirse de sí mismo.
No he hablado de gloria, ni de ideas, el idealismo, mejor dicho, la ideología es lo que une o destruye una sociedad, y la gloria es algo común. Sé que soy casi como los otros, un personaje que ha sido creado para mentir a la manera del hombre, y estoy lejos del pulso que me dicta, porque me rehuso a ser estratagema o compendio moral para la sociedad. Aunque la sangre me siga horrorizada, es aterrante llegar a sentir y descifrarse.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.