Todos los días
estoy a un paso de olvidarte,
a un arribo incierto
en la memoria, donde
olvidamos juntos, y antes de
abordar miles de trenes desconocidos,
nos revolcarnos por última vez
en la página blanca.
Parar lo que fuimos y poner en marcha
algo que no hemos sido; todos los días
somos y no somos algo, alguien.
A un instante de olvidarte.
El sin fin de símiles
que somos; ver la cantidad de pasos,
rosas en el jardín- en el mar-
el reloj nos mira de reojo .
A un trago de olvidarte.
¿No lo sabes?
los tiempos que se cruzan de brazos
no están en mi léxico.
La crueldad está en lo breve
del instante
que pasa sin mí, llevandote
a otra esfera, aroma
donde el tiempo se-para
y huele mal.
A un temblor de olvidarte,
querías ser
brazo en equilibrio sideral,
y yo, hija de la cinética
incapaz de mirar a los ojos,
porque estoy a un beso de olvidarte…
a pesar de los momentos inolvidables
y el delirio… a pesar de ti.
Estoy a una eternidad de olvidarte.
Si hablo de ti
el yo es un escándalo lésbico,
de amor propio,
de color fractal
a la hora de comer la fruta.
A un parpadeo de olvidarte
el día te beso… mientras su sombra
se va en picada del presente a la historia
y, yo tengo lástima del día.
Cada vez más larga en el piso
la sombra huele como un animal el polvo,
el tuyo, el mío al amanecer…
luego toca otros cuerpos.
A un intento de olvidarte.
Con un brazo ficticio te cobijan
las palabras que regresan trastornadas,
aun ebrias de jazz, y de palparnos
como paredes, y luces de neón, y gatos,
hijas que dejan su casa, su país
y se van un día al espacio
o a una noche contrita, y yo contigo siempre
creyendo haberme ido…
siempre, a un beso de olvidarte.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.