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Historia Surrealista(El Señor de los Gatos)

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La historia del señor de los gatos

me ha sacado unas cuantas confesiones,

admito,

es un tipo audaz

aprendió de sus rencores y ambiciones insaciables,

aunque

dice ser un tonto

y yo le creo.

Es un mago sin memoria

le gustan los nombres,

los siameses

y decir que es imbécil,

es inevitable sentir envidia

por su fortuna de 900 ojos.

Le he dicho lo que quería;

lo que prefigura un pensamiento

y lo que viene después

no son dos cosas distintas

tratándose de un ciego,

y el viejo astuto

primero se fue por la orilla

en sesgo,

fingió ignorar mi ceguera,

en sesgo,

con esas manías felinas

de abrir con el lomo una flor que no está

y andarse por las ramas,

para tirar el salto

que esta vez di yo en el bache,

Lo dije es cierto, contrariado

por la sensación de hundirme en el charco,

pero prometió guardar el secreto.

Cuando veas, por decir algo, o escuches venir

al señor de los gatos,

pretende no saber lo que te ha dicho

un ciego que ya no es,

tírate al piso, aparenta confianza

haz que confiese

es la única forma de saber

si en realidad el señor de los gatos

es un mago sin memoria,

pero no permitas que se acerque a tu corazón,

confía en tu audacia felina.

 

 

Beatriz Osornio Morales, imagen de Marc Chagall.

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Déjá Vu

Es posible que  en esta letra

de carbón inscrita

reconozcas una voz querida

endeble línea

enarbolada

veta de madera en fuego

 

Que adentro quieras

es posible

como yo

en el cóncavo de la hoja

oquedad de vientre vivo

palpitar

 

Es posible que no muera

el olvido

 

Que afuera oigas del trigo

cantar al aire las espigas

que distingas las vibraciones

del dedo contra las cuerdas

del viento

ya lo hemos vivido

 

Es posible que salgas de ti

alcances un paraguas

y vayamos a caminar

mientras yo escribo

lo que no se ha dicho

porqué no

 

que silben los trenes

a esta hora donde estés

que te haga ilusión algún regreso

alguna sombra de pérgola mojada

me verá venir a lo  lejos

 

Es posible que las calles

se nos abran de brazos

 

¡ Corramos a encontrarnos!

 

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Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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Una Mujer tan Dulce

LA PRINCESA CARAMELO 

  

A siete días de su abandono:

Se fue por mi propia voluntad

Y la dejé volar igual que un papalote al viento

Pero siempre conservé la cuerda entre mis manos.

 

A catorce días de su abandono:

Me falta la venenosa dulzura de sus besos

Y mi sangre hirviente no busca quien la sustituya

Todos afirman que su abundancia me enfermaba

 

A veinticinco días de su abandono:

Estoy perdiendo peso con su ausencia

Los ángeles blancos también se congratulan

Solamente yo la sigo extrañando

 

Y el mundo ya no me sabe igual       tan desabrido

 

A tres meses de su ausencia:

Me siento mejor pero no logro olvidarla

Miles de cosas me la traen a la mente y al paladar

Todavía tengo en mi boca el diario café

que endulzaba mis mañanas

Y todos los postres que a la postre me mataban

“Pues a pesar de ser tan dulce

Tenía amargo el corazón…”

 

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Texto: Francisco Javier Larios. Imagen de la red.

 

Mi gratitud para el maestro Larios que compartió conmigo este poema, y me gustó tanto que le pedí permiso para compartirlo aquí. Espero que lo disfruten tanto como yo.

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Fuera de Tiempo

 

Salió en medio de la tarde/  dejó la casa

la terraza con los ojos cerrados contemplaba ya la noche,

y los astros aún dormían como gatos a la sombra de las nubes.

A ella siempre le gustaron los ruidos nocturnos:

el eventual motor de carro que se va acercando precipitado

de la nada, rascándose la cabeza

para desvanecerse distraído en la distancia,

un grillo.

 

Estando allí sin estar, estallar

salir de casa y entrar a ser,

cuando un ala de cicada canta, es cantar

la oscuridad imaginada,  ser… y llave en mano

olvidar.

Ya no es posible querer así, con la tenacidad de un guerrero

ni defender a diario los cubos de hielo bajo el sol.

 

Tanta felicidad para qué, si es solo  aire

bilateral, rumor,  hoja desprendida… árbol y  nada…

a pesar de este pensamiento antagónico, tiende

su manga a la lluvia dorada, y es hora cuando es.

Tirar la llave en el lugar más hondo de  nunca más.

 

La hora es, el tiempo no, el tiempo es río

que fluye por las horas y las va dividiendo

como flecha al blanco.

 

Luego intenta volver sobre sus pasos  

pero el cerrojo de la puerta está corrido,

manipula, piensa, recuerda… silencio, oscuridad…

 

¿Es posible que haya cerrado la puerta sin darse cuenta? o nunca fue

más que un sonido, motor de auto,  paralelo en marcha por los ruidos de

la noche… más allá de la tarde,  su calor y su escape huelen a tiempo

fuera de tiempo.

 

Beatriz Osornio Morales

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La Música y un Cometa Azul

 

Aun cuando uno de mis hijos solo quiere sentarse en la única silla que hay en la habitación, no en la cama junto a mí, y el otro,  si no esta con la cabeza metida en el universo electrónico, se la pasa  brincoteando por toda la casa; estos cinco minutos de cometa, o esos 30 de música, son lo mejor de mis días en el diario porvenir.

Mi hijo de 14 años elige estar conmigo cada vez menos, conforme crece en estatura, crece en individualidad, por eso es que cuando entra a mi cuarto y se queda más de cinco minutos, aunque no hablemos,  para mi dice tanto…

Los dos amamos la música. Junto a la única silla que hay en la habitación está un estéreo portátil. Mi hijo termina siempre prendiendo el radio. Le cambia de estación hasta que la frecuencia cae en una canción que le gusta, o hasta que yo le digo -¡Esa!- o -¡Déjale allí! A veces coincidimos en los gustos, otras no,  siempre está el cambio de sintonía para cuando no.

Momentos así son raros y se atesoran. Uno siente la comodidad de cuando está solo, y a la vez la certeza de no estarlo…y es bueno.

Mi otro hijo ha aprendido hoy a chasquear los dedos, y  ha andado chasquea y chasquea toda la tarde. Dice que empezó por nada, le pareció divertido  el chasquido, pero después de un rato cualquier acción entretenida comienza a fastidiar. Ahora no puede parar aunque quiera, dice.

Sale y dentro de un rato entra con su pijama azul puesta. Medio escucha la canción en turno.
Se me acerca como gatito con la cabeza de frente, la pone junto a mi cabeza,  señal de que quiere un abrazo o un beso, todo lo contrario de su hermano adolescente,  que a lo mucho responde con un refunfuño cuando le das los buenos días en la mañana.

Cuando se me acerca el pequeño, dejo de hacer lo que estoy haciendo, o sea, paro de escribir y le doy un beso  en la mejilla. El chiquillo sale de la habitación chasqueando los dedos y, dejando un cometa azul en mis ojos,  hasta la próxima venida.

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Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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Pequeño Inventario

 
Nos queda la imaginación que a veces apacigua las dudas.

Nos quedan los barcos de vela, el licor, las orquídeas.

Nos quedan majestuosas ciudades de cristal y de cantera.

Nos queda el recuerdo, aunque no sea el mismo de ayer, y a veces se parezca a las ruinas.

Nos queda la calidez de mil saludos, y una que otra mirada furtiva. El rock, Silvio, los otros, el tren y la lluvia.

Nos queda Sabina, las Brontê, Alejandra, Cortázar, Sartre y Virginia. El fuego de Prometeo y el de la tierra.

En los primeros pasos siempre la imagen de mamá nos guía.

Nos queda una sombra en el wiskey, un desierto en el vaso, y un jardín en la sala.

Una Mujer con Sombrero, El cielo Estrellado de Vangohg para las meriendas.

Nos queda Chagall, Klimt, Egon  y Toledo.

Una comunidad en trazos con una sola calle de concreto, Cezanne, los días de mercado, el mezcal, Rufino, Siqueiros,

los listones en el pelo de la infancia, los alebrijes en Oaxaca, los diablos de Ocumicho. En la mesa el pan de cada día.

Nos queda la distancia para quejarnos de tardes frías que no se ponen el velo. Renoir y sus figuras bajo el agua. Dalí. Muerte Sin Fin, Piedra de Sol, esperanza nuestra.

Las esperas y los encuentros; un papel arrugado. La poesía que le prometimos al mundo, el deseo, la miel, el desnudo.

Nos queda papá, y esta casa que a fuerza de vivir se siente nuestra.

Nos quedan los crepúsculos, las horas, los cafés, la nostalgia.

En el relieve de  la cara ¿Cuántas sonrisas? El Garabato, los poetas malditos.

El lado Oscuro del Corazón…Bolaño, un mundo disfuncional y aromático, …a esta hora, nos queda una  señal con el dedo en los labios.

 

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Beatriz Osornio Morales. Imagen atribuida a Salvador Dalí.

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La Casa del Recuerdo

 

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El recuerdo de una casa pequeña puede tener muchas variantes, tanto en sus características físicas, como en su valor de hogar y refugio.

Yo recuerdo una casa blanca de adobe y cal,  con techo y paredes irregulares. El techo alto por cuyas hendiduras se filtran los rayos del sol y la coloración de las buganvilias, desde afuera parece frío y distante, pero adentro es seguro para  el recuerdo.

Ese recuerdo es la casa de mi infancia, la casa que será siempre grande –por la perspectiva infantil de las proporciones- y pequeña, lo suficiente para poder transportarla a donde voy.

La casa de la infancia, en su pequeñez,  puede ser vista a grandes distancias por el que habita el recuerdo de otras estancias.

Cuando yo escribo, construyo siempre la misma casa.

 

Beatriz Osornio Morales

 

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Años Después del País de las Maravillas

 

Llegué de trabajar a las 2:30. El estaba sentado en el sillón con un vaso de agua y hielo, más hielo que agua.

Dijo que no hacía mucho había terminado de arreglar la puerta de la barda en la parte de atrás de la casa, por donde estaba el pasadizo. Recién terminaba, dijo.

Asumí que no era tan recién pues estaba vestido con ropa normal, no de trabajo, lo que indica que ya se había bañado, y por el olor en la cocina, había comido. Dos rosquillas con queso…dijo.

Luego saltó al tema de las botas… mis botas cafés. Cuando entró de arreglar la puerta, se topó con unas botas que parecían listas para tirarse a la basura. Entonces ví las botas relucientes.

No soporto ver una persona con los zapatos sucios, dijo. Eso lo sabemos los dos. Yo lo sé y siento un poco de pena ante el nuevo lustre de las botas.

Le agradecí que las haya limpiado, al tiempo que sonreí divertida por su intolerancia, ¿o es amor?

Más tarde me sentí eufórica no sé por qué,  fue como pasar de una realidad a otra más emocionante. Analicé un poco y una parte mía insinuaba que era buen augurio, intuición de que algo bonito iba a ocurrir nuevamente. Otra parte de mi, me previno  de confiar en esos arranques que a esta edad podrían ser trampas hormonales. La vida nunca es lo mismo después de Wonderland.

 

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Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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Memory Land

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En tierra de la memoria hay que andarse con cuidado, tantear los pasos, sopesar los sueños, pisar con todo el cuerpo o de puntitas para no caer en los pantanos; esa sustancia gelatinosa que engulle con una fuerza de gravedad espantosa, si te abraza del todo puede que te dañe los huesos.

En Memory Land también hay prados verdes, donde pasean las aves como corderos  descansando de su vuelo.

Ya  estando aquí, te das cuenta que el viento habla, esto es un recuerdo dice; el idioma que entonces no entendiste está claro hoy en Memory Land. Y es que hoy la luz ilumina parcialmente las nubes y florece los dorados y lavanda que conversaban a orillas de la mente. Es real, que no te ciegue la telaraña del sueño.

Aquí hay que tantear el siguiente paso…Seguir o regresar.

Hay un elevador en Memory Land y un calabozo: Subir simula volar, bajar, la chimenea encendida en las tinieblas donde acechan  insospechados recuerdos. Subir traza nuevos caminos, mientras que bajar recuerda.

Ya sabías que el  agua estancada no va a ningún lado, lo único que se mueve en la superficie es el viento ¿Recordaste algo? Sí, es la tierra de la memoria, también ese aroma que parece nuevo es un recuerdo, esa lujuria, recuerdo de la primera lujuria así haya sido un beso o el primer deseo; La piel no olvida.

Una vez aquí tienes que entender que Memory Land es una gran ciudad con grandes moles de distinta naturaleza. Yo me compré un departamento en el barrio de la nostalgia y qué crees, tiene todas las vistas. Y aunque desvivo en un área intermedia de la ciudad,  o viajo constantemente porque no tengo casa, paso largas temporadas en mi departamento, es muy cómodo y se puede pasar buenos ratos, se puede invitar a medio mundo, aún los ciudadanos de la tristeza y los amantes vienen de vez en cuando a bailar. Cualquier amigo puede visitarme aquí y recordar que Memory Land es el lugar perfecto para un encuentro, sin apuros ni noción de la economía, ni conflictos políticos, ni desastres, ni miseria, y si por accidente caes en el pantano, piensa la mejor palabra que recuerdas.

La memoria puede ser un lugar feliz, es el único lugar donde mi memoria se transforma en la tuya y la tuya sin saberlo es también Memory Land.

 

Beatriz Osornio Morales, imagen de Marc Chagall.