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La Casa del Recuerdo

 

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El recuerdo de una casa pequeña puede tener muchas variantes, tanto en sus características físicas, como en su valor de hogar y refugio.

Yo recuerdo una casa blanca de adobe y cal,  con techo y paredes irregulares. El techo alto por cuyas hendiduras se filtran los rayos del sol y la coloración de las buganvilias, desde afuera parece frío y distante, pero adentro es seguro para  el recuerdo.

Ese recuerdo es la casa de mi infancia, la casa que será siempre grande –por la perspectiva infantil de las proporciones- y pequeña, lo suficiente para poder transportarla a donde voy.

La casa de la infancia, en su pequeñez,  puede ser vista a grandes distancias por el que habita el recuerdo de otras estancias.

Cuando yo escribo, construyo siempre la misma casa.

 

Beatriz Osornio Morales

 

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Años Después del País de las Maravillas

 

Llegué de trabajar a las 2:30. El estaba sentado en el sillón con un vaso de agua y hielo, más hielo que agua.

Dijo que no hacía mucho había terminado de arreglar la puerta de la barda en la parte de atrás de la casa, por donde estaba el pasadizo. Recién terminaba, dijo.

Asumí que no era tan recién pues estaba vestido con ropa normal, no de trabajo, lo que indica que ya se había bañado, y por el olor en la cocina, había comido. Dos rosquillas con queso…dijo.

Luego saltó al tema de las botas… mis botas cafés. Cuando entró de arreglar la puerta, se topó con unas botas que parecían listas para tirarse a la basura. Entonces ví las botas relucientes.

No soporto ver una persona con los zapatos sucios, dijo. Eso lo sabemos los dos. Yo lo sé y siento un poco de pena ante el nuevo lustre de las botas.

Le agradecí que las haya limpiado, al tiempo que sonreí divertida por su intolerancia, ¿o es amor?

Más tarde me sentí eufórica no sé por qué,  fue como pasar de una realidad a otra más emocionante. Analicé un poco y una parte mía insinuaba que era buen augurio, intuición de que algo bonito iba a ocurrir nuevamente. Otra parte de mi, me previno  de confiar en esos arranques que a esta edad podrían ser trampas hormonales. La vida nunca es lo mismo después de Wonderland.

 

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Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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Memory Land

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En tierra de la memoria hay que andarse con cuidado, tantear los pasos, sopesar los sueños, pisar con todo el cuerpo o de puntitas para no caer en los pantanos; esa sustancia gelatinosa que engulle con una fuerza de gravedad espantosa, si te abraza del todo puede que te dañe los huesos.

En Memory Land también hay prados verdes, donde pasean las aves como corderos  descansando de su vuelo.

Ya  estando aquí, te das cuenta que el viento habla, esto es un recuerdo dice; el idioma que entonces no entendiste está claro hoy en Memory Land. Y es que hoy la luz ilumina parcialmente las nubes y florece los dorados y lavanda que conversaban a orillas de la mente. Es real, que no te ciegue la telaraña del sueño.

Aquí hay que tantear el siguiente paso…Seguir o regresar.

Hay un elevador en Memory Land y un calabozo: Subir simula volar, bajar, la chimenea encendida en las tinieblas donde acechan  insospechados recuerdos. Subir traza nuevos caminos, mientras que bajar recuerda.

Ya sabías que el  agua estancada no va a ningún lado, lo único que se mueve en la superficie es el viento ¿Recordaste algo? Sí, es la tierra de la memoria, también ese aroma que parece nuevo es un recuerdo, esa lujuria, recuerdo de la primera lujuria así haya sido un beso o el primer deseo; La piel no olvida.

Una vez aquí tienes que entender que Memory Land es una gran ciudad con grandes moles de distinta naturaleza. Yo me compré un departamento en el barrio de la nostalgia y qué crees, tiene todas las vistas. Y aunque desvivo en un área intermedia de la ciudad,  o viajo constantemente porque no tengo casa, paso largas temporadas en mi departamento, es muy cómodo y se puede pasar buenos ratos, se puede invitar a medio mundo, aún los ciudadanos de la tristeza y los amantes vienen de vez en cuando a bailar. Cualquier amigo puede visitarme aquí y recordar que Memory Land es el lugar perfecto para un encuentro, sin apuros ni noción de la economía, ni conflictos políticos, ni desastres, ni miseria, y si por accidente caes en el pantano, piensa la mejor palabra que recuerdas.

La memoria puede ser un lugar feliz, es el único lugar donde mi memoria se transforma en la tuya y la tuya sin saberlo es también Memory Land.

 

Beatriz Osornio Morales, imagen de Marc Chagall.

 

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Manual para un Día de Lluvia

¿Qué hacer en un día lluvioso?

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  • Levántate tarde. Si te despiertas temprano y escuchas la lluvia salpicar afuera, y los truenos jugando a derrumbarse en las azoteas del cielo, quédate en la cama y duerme.
  • Si dormir es imposible disfruta el concierto.
  • Lee en la cama.
  • Toma tu café allí mismo
  • Inventa un manual personal para un día de lluvia.
  • Escribir en la lluvia trae algo de esperanza.
  • No tengas miedo a los recuerdos que con excusa de la lluvia llegan como fantasmas a posarse en tus piernas, bajo el encanto del agua se tornan amigables.
  • Quédate en pijama, o si lo prefieres ponte tus mejores ropas ¿Por qué no arreglarse para un día de lluvia?
  • Haz el amor a toda hora.
  • Haz el amor con la comida.
  • Embriágate de placer en la piel y en las palabras. Lo único desafortunado es el cielo gris.
  • Observa el río sin nombre por la ventana.
  • Antes de caer, la gentil caída nos recuerda el roce de una seda fina.
  • Las gotas en el río no explotan con ese burbujear hipnotizante, sino que se expanden, se alcanzan unas a otras.
  • Es un acto amoroso la lluvia, las gotas en el río.
  • Reza para que no tengas que ir a ningún lugar, trabajo por ejemplo, y si lo tienes no te preocupes, con frecuencia la lluvia pasa desapercibida en esos casos.
  • Si estás de vacaciones y te toca un día lluvioso, hay juegos de mesa que ayudan a mantener la calma.
  • Haz el amor nuevamente, todo el día.
  • Escucha tu música favorita.
  • Sal, siente la lluvia en la piel
  • Prueba la lluvia, es dulce.
  • Te advierto que recordarás por siempre el olor de la lluvia. Huele a yerba verde, a tierra mojada, huele a sombras.
  • Cuando llueve huele a todas las cosas, incluso el aroma de lo que el sol madura es más intenso.
  • Cuando llueve es el mejor tiempo para amar.
  • Abraza, besa bajo la lluvia.
  • Siente el calor de otro cuerpo bajo la lluvia.
  • Vive bajo la lluvia.
  • Adivina lo que estoy haciendo…

 

Beatriz Osornio Morales. 30 de Julio de 2018. Surfside, South Carolina.

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El Café Está un Poco Amargo

 

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Esta mañana me corren carreteras en el estómago. Su viento inequívoco me advierte las distancias y travesías, dejando en las orillas sus orígenes y sus destinos aparentemente  hoy inalcanzables.

Me corren en sentidos opuestos carreteras nunca derechas, curvas de sol, asfaltos, vuelcos de corazón doblados, velocidades elevadas. Un  viento las hunde y yo las contemplo con el vértigo de las alturas, con el paso de los borrachos me equilibro en esa cuerda invisible, deshojando en la memoria una flor extinta. El café está un poco amargo.

En el siglo 16 la verdad era más verdadera, ahora cada verdad tiene sus verdades y sus mentiras se consideran también verdades a la sombra de las plantas y la amibas.

Es tan extenso el espacio interior que le caben los pasos, los vuelos, los viajes nunca realizados con sus respectivos aromas, se cree que cada palabra es un destino pero solo es una travesía que tarde o temprano se consuma. ¿Habrá palabras que nunca se pronuncian?

Al releer esto quiero arrugar el papel y tirarlo a la basura, sin embargo, simplemente  suspiro ante la pantalla.

Hay que callarse por momentos la tortura del verano.

Estos días largos  incomodan y empujan a la temporalidad de la carne.

La verdad de otros siglos, las palabras, las vías en tránsito, mi estómago,  incluso la curva del sol, todo es absurdo esta mañana. La única verdad probable es que el café está un poco amargo y es rico.

 

Beatriz Osornio Morales.

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Con Asirè y Roberto Bolaño

Luego de leer Los Perros Románticos o  escuchar a Roberto Bolaño hablar de poesía, queda la sensación en las suaves paredes de la piel (que huyen en vano de la pudredumbre), de salir y toparse con dicha poesía,  no la lírica de mujeres en el horizonte, o de rimas algodonadas, sino al bosquejo de la prosa, esa vieja que va en la misma combi que aquel que no posee un auto, o sea yo, esa poesía  que se encuentra en los hospitales y supermercados, entre pirámides de frutas y chiles poblanos y batas médicas esperando en la lavandería; la musa más hermosa que el sol, que lo acompaña a uno en la  patria y el exilio. El problema es que Roberto se nos adelantó en el camino; desenterró a los troyanos para tomar un café ¡Imagínense!

Estoy en eso…de  pronto me cae otro rayo en el pensamiento, donde queda un hoyo negro de orillas resbaladizas, si pones un pie,  el piso se pulveriza, te rascas en el pecho una repentina comezón y te duele el derrumbe; confundes el miedo con adrenalina, tomas un espejo y sonríes porque aun eres joven,  te salen barros en la cara, y así, por pensamientos agujereados desaparecen momentáneamente Los Perros Románticos.

Le reclamas al ocho que  nunca ensayaste lo suficiente un infinito irregular. Inexplicablemente extrañas hacer preguntas. Y solo tienes que darte cuenta que la inclinación de tu caligrafìa, no es la misma que al principio de la página. Te asalta la sensación de una doble vida. La llamas Asirè.

Asirè pregunta. Dice que le encantan las preguntas, esos espacios vacíos que las preguntas dejan en el texto…¿Es la existencia? dice que…mejor dicho, pregunta si todo espacio vacío es un deseo de ser llenado. ¿De qué momento vienes? ¿Porqué no te paras un instante y miras a los ojos por lo menos una vez al día?

Otra vez siento que no sé nada, nunca sé cuando preguntas. Cada pregunta  rebana una puerta irregular en los instantes…entonces me callo para no caer en el juego, pero la maquinaria del tiempo sigue maquinando instantes, y  regresa Roberto Bolaño con su sensibilidad extraordinaria, urbana sensibilidad de niño perdido, dice que leyó poesía desde pequeño, y que su poeta favorito es Nicanor Parra, yo jamás he leído a Nicanor.

¿Por qué no has leído a Nicanor Parra?

Asirè, Asirè… es poco accesible en estas latitudes, ¿Sabes?

Yo no hago preguntas, me anticipo a responderlas. Nací en las fronteras de lo real y la imaginación,  eso es lo mío. A veces cruzamos esas delgadas lìneas, ellas en mi y yo en ellas. No te sorprenda que digan que estoy loca, como Bolaño  a los veinte cuando perdió un país y se encontró un sueño. ¿Qué es la locura Desirè?

El deseo más grande es imposible de llenar, Asirè…Asirè. Sigue tus sueños, dice Bolaño.

 

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Beatriz Osornio  Morales, imagen de la red.

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Cuando Llamas a Mi Puerta

 

Cuando llamas a mi puerta el tiempo se contradice, al mundo le sucede lo mismo. Con tu sola presencia  recuerdo  de mañana a hoy; mañana cuando saltè la cuerda contigo por segunda vez, hasta hoy que espiabas mi ventana desde los artilugios del tiempo.

¿Con què boca iba a reclamarte? ¿Con què beso?

 

…No era mi intenciòn pero se acabò el slurpy antes de que sonara el timbre -Shit! se apagò la luz, me apaguè y sì te abrì -Estaba a punto de llamar otra vez, dijiste ante la sorpresa de una puerta que se abre repentinamente…Tenìas la mano levantada cerca del tìmbre, el pelo suelto que me enloquece y, ese aroma tuyo despuès de bañarte…

 

Ante el argumento de que no me habìa tardado demasiado en abrir y mi sonrisa, intentaste, mejor dicho quisiste admitir tu impaciencia pero en lugar de eso te justificaste. -Està oscuro- a lo que respondì con una sonrisa silenciosa que no sè si advertiste en la oscuridad. Tù no sabìas lo que estaba pasando por mi mente en aquel momento, asì que me besaste entre la boca y las mejillas como para derretir el hielo.

 

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…la cuerda me golpea el tobillo, entonces hay que empezar de nuevo. El beso de fuego…

 

Ayer està cerca. Hoy es mañana y continùa la cuenta….

 

Como iba diciendo, lo recuerdo todo, lo recordarè pero no sè por cuanto tiempo. Si se aleja uno mucho en el pasado corre el riesgo de no poder encontrar el camino de regreso, ni siquiera al futuro donde estamos juntos para siempre, pero què màs da si hoy te quiero. Tu llamas a mi puerta y yo te abro.

 

Beatriz Osornio Morales. Imagen de Marc Shagall

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Del Ciego Que Midiò el Tiempo en Pasos

 

XI


Te lleno los ojos


                         de invisibles cuerpos…


                ondulando con


             un dedo


tembloroso


                     tu voz,


invento una piel a su luz


en las tinieblas,


                    y es mía,


 tu lengua que alumbra en mí


visionarias palabras:


                                            Es un deleite de amar,


desde el ojo-corazón agónico
del ciego.




Beatriz Osornio Morales,

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Primera Luna

Todavìa estaba de moda hablar de comienzos. Yo escribì la fecha cuidadosamente para no equivocarme, como la primera vez. Era la segunda vez que escribìa la fecha en lo que iba del año. Ayer no escribì para nada.

De camino al trabajo colgaba una enorme luna a mi izquierda. No pude tomar foto porque iba manejando, solo se plasmò en mis ojos, en mi mente aun persiste la gran luna, la inusual esfera de cara luminosa hacia la tierra. La vi y seguì manejando.

El mapa de la luna estaba màs claro que nunca, a pesar de que ya eran cerca de las 7 de la mañana, distintos tonos de luz y sombra dibujàban su figura grave en el fondo de la luz opaca, un color entre el blanco y un apenas sospechado àmbar. El cartògrafo habrìa estado encantado de reproducir el mapa de la primera luna.

Hubo que corregir, obvio. Escribì el 2 sobre el 3, Enero y el 2018 se dibujò plàcidamente en la pàgina. La otra pàgina, èsta no. Aquì escribì la fecha cuidadosamente.

Dìcen que la luna no habìa estado tan cerca de la tierra en mucho tiempo, que es un fenòmeno natural que no se observa a menudo, y puede que sea cierto, yo nunca habìa visto una luna asì de grande, y vaya que ya tengo mis años. En las redes sociales polùlan las lunas de aquella noche, pero nada se compara con la primera luna que yo vì de camino al trabajo; asì, redonda, perfectamente encendida, ni blanca ni àmbar pero luminosa, cerca de los techos para velar el sueño de los niños que aùn duermen, o los pasos de los que se dirigen hacia algùn sitio, como yo.

 

Beatriz Osornio Morales