
No quiero que mi hijo
se siente a manejar con una sombra.
Ya de por sí,
los adolescentes son como las sombras:
no creen que uno los necesite.
Para los niños de educación especial
…y luego yo, de un tiempo a otro parloteando, como el azul que va de un cielo al otro, del éter al fuego, jugando con los niños.
es magnífico jugar a leer, a saltar del voleyball a bailar, ocupando la pista de baile completa.
Billie le pega al sol con la mano cerrada y lo hace volar sobre la red, donde la miss del nombre bonito espera en posición receptora; con las manos juntas al frente, las rodillas flexionadas y la mirada expectante, tratando de calcular dónde caerá la pelota amarilla.
Taylor rompió el baile desde la primera canción, hace florecer los ojos en cada paso, en cada swing y en cada mirada desafiante, su actitud es la de “soy la reina del baila baila, y no hay quien me pare…¿Quién me para? ¿quién me para?”
A Sam le cuesta trabajo integrarse en un juego colectivo, así que su pelota gigante rebota por el resto del gimnasio, rebota, y rebota a Sam sentado en ella. El plaf plaf de Sam, es parte del parloteo maravilloso del gimnasio a esta hora.
espero algún día acordarme de esta sinfonía al leer, y recordar también la límpida voz de la miss de nombre bonito, juraría que esa voz no pertenece a una maestra de educación física, creo que la armoniosa voz le pertenece a una terapeura, ¿Una buena terapeuta con nombre bonito? espero un día conocer una. Mientras tanto, disfruto esta sinfonía.
B. O. M.
No hagas ruido porque se despiertan los sonidos, me dice, nuestra respiración es el único ruido audible, el pulmón del silencio. Llevamos cinco meses de silencios pero hoy podría ser el final. Tengo ganas de palabrear. Y pienso que puede que uno quepa en una palabra por más insignificante que sea, una palabra puede amoldarse al cuerpo, vestirla, y desvestirla para vestir el alma desnuda.
Cuando se ensucie, meterla en la lavadora (una vez dicha la palabra cumpleaños, el ruido no importa) con agua fría para que no encoja, calentarla, secarla al aire fresco, o ponersela mojada y que se seque con el calor del cuerpo. Que el cuerpo haga lo suyo; atravesar el túnel.
Tengo la suerte de compartir cumpleaños con mi hermana menor, eso hace de esta fecha un gran acontecimiento. Y hoy estamos justo aquí en ese cruce expectante. Cumplir años con la edad pierde su encanto, y con lo de la pandemia peor, al menos yo así lo he vivido, hay años que quisiera saltarme esta fecha y descumplir años.
Si hubiera un puente en lugar de túnel, lo tomaría. Estoy segura que ella, mi gemela menor tomaría mi mano en ese puente. El año pasado celebramos juntas en familia, mordimos el mismo pastel, y bebimos un poco de vino, vimos a nuestros hijos celebrar con nosotras. También el año pasado me contaron la historia de mi vida, la que no sabía. Este año los cumpliremos juntas y aparte. Juntas en el tiempo y aparte en el espacio, yo con una historia más larga y ella, con proyecto tras proyecto, ella es así. Dios, qué embrollo. Cómo si pudiéramos alterar los 13 años de diferencia, cortarlos de la línea del tiempo y estar juntas en el momento de despertar al mundo. Pero están nuestras luchas separadas, las que nos han ido embarneciendo el carácter, las que hacen en parte que ella sea ella y yo sea yo. Quizá sean esas luchas las que van determinando el tamaño de la palabra donde queremos vivir. La mía parece ser el cruce, lo que continuamente se agranda o se estrecha a la medida de mi voz, por ahora, me gusta. Un cruce jamás está quieto por más estático que parezca, hay que decidir la dirección que quiero tomar, o la que no.
El cruce es la libertad. A veces coincidimos en el cruce con más de uno, o en el túnel hoy, donde no suena más que el pulmón del silencio, que es nuestra maravillosa respiración, y donde espero cruzarme con alguno de ustedes nuevamente.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
Dejémonos de formalidades, hablemos de un recuerdo, el recuerdo de cualquier día que te venga a la mente en este momento.
Yo recuerdo un día que viajábamos por Florida, de Fort Lauderdale a Key West, el más lejano punto al sur del país, al cual los nativos llaman la milla cero. Ya habíamos pasado por Miami hacía rato, pero no nos detuvimos a turistear en la famosa ciudad, sino que manejamos de largo: Entrando a la delgada franja de tierra que rodea el mar, el cielo seguía claro, por lo que el azul del mar alrededor de aquellas islas de tierra mar adentro, lucía un azul turquesa perfecto, ese que solo se encuentra en el Mar del Caribe. Ese era el paisaje que disfrutamos por largos tramos. A ratos solamente la carretera o el ancho de largos puentes entre islote e islote, entre cayo y cayo, era lo que nos sostenían, la sensación era la de ir desafiando las posibilidades de la gravedad, manejando sobre el agua en nuestro coche rojo. Todo alrededor era agua y la vista al frente, la perfecta imagen del concepto que se tiene de la perspectiva, utopía.
De pronto, de unas delgadas borrascas, que aparecieron de la nada, se empezaron a formar rápidamente nubes pesadas que parecían monstruos, me sorprendió tanto ese efecto de la transformación de las nubes que quise escribir el suceso. Busqué en mi bolsa algo para escribir, solo encontré un papel fragmentado y arrugado, en el que escribí algo así: “En los Cayos, cuando ves las nubes, la cabeza de un pájaro se convierte en medusa” las nubes crecen tan a prisa que en segundos son más grandes que los Cayos mismos. Palabras más, palabras menos.
Guarde el papel en la bolsa con descuido. Después de varios días recordé lo ocurrido y quise pasar lo que escribí en mi cuaderno que había dejado en el hotel, el cuaderno de la torre Eifel, pero no encontré el dichoso papelito por ninguna parte, tampoco recordaba las palabras exactas, solamente el suceso.
Hoy que ya casi olvidaba todo lo ocurrido entonces, encontré el papel entre la pasta dura del cuaderno y las primeras páginas, así que escribo y comparto para no olvidar nuevamente mi primer encuentro con medusa. Era un 20 de Junio de 2014.
B.O.M. Imagen de la red.
Es 20 de Julio, y había dicho que publicaría solo temas poéticos en el blog durante todo el mes de Julio, se me ocurrió dedicar un sólido (entero) mes a la poesía, como si no fuera suficiente pensar y ver la vida en poesía, despertarme y encontrar que la poesía no duerme, que maniobra en mis pensamientos sin descanso, que me deleita su caridad dialéctica a veces limitada, que a ratos me crece más allá de donde los ojos alcanzan a ver, y yo tan limitada y carente de vida y de amistades por culpa de la poesía. Pero la queja no es contra la poesía, ni siquiera contra el lunes, quiero quejarme del verano.
No me sienta el verano, apenas puedo moverme en ese hastío de lodos espesos, y vapores imposibles de respirar, cargados de mosquitos y residuos de polen que no floreció en la primavera. El mínimo movimiento físico rompe en sudores que duran todo el día, así que ando con tiento hasta para doblar la ropa, que sale caliente de la secadora y ha de doblarse de inmediato para ahorrarme la planchada. El café he tenido que beberlo helado para mitigar los bochornos propios del verano y de la edad. En el verano extraño el café caliente, y poder comer una rebanada de pastel con mi capuchino a deshoras. Me gustaría desempolvar los abrazos del invierno que dormitan en los suéteres y los abrigos colgados por meses.
Mi queja es porque la tristeza del verano, no se parece a la tristeza, es más bien ansiedad e impaciencia por una muerte anunciada que jamás llega. El vapor del verano empaña la nostalgia del otoño, la frescura de la primavera y hasta el reto del invierno, nada es claro en el verano, eso me hace sentir grinch. Muchas de las peores cosas me han pasado en el verano, cosas difíciles de superar, es como si esa cocción que es el verano suprimiera la libertad de actuar. Y es que se está muy bien en el verano, pero la única forma en que yo me encuentro bien, es haciendo nada, como un ciego después de un largo andar por la caótica ciudad. Estoy bien así, me siento segura en la inanición, quieta e inquieta en el interior. Esperando a que las hojas se muevan y escuchar aquel murmullo tan lejano aquí, en el bienestar del verano que desdeño.
Beatriz Osornio Morales, video de Youtube.
¿Alguna vez te ha pasado que quieres salirte a la mitad de algo? ¿darte la vuelta y abandonar el momento sin volver la vista atrás?
Cada vez más…a la mitad de una entrevista, en medio de un día de mucho trabajo, qué más da cuánto falta para que termine la película, comparado con esta extraña urgencia de salir…
Esta canción es demasiado larga…penosa.
La otra mañana desayunaba un suculento plato de frutas variadas con queso, un café y galletas de avena, siempre lo he disfrutado. De pronto, esa experiencia perdió sentido. Me paré de la silla y dividí el instante, más bien, lo estrellé contra la pared invisible del sin sentido.
No sé porqué recordé las peripecias del viernes que trataba de trazar ochos decentes en las etiquetas que me habían encargado dos semanas antes. Conseguí etiquetar los objetos de las cajas del 1 al 7, deje el resto con la esperanza que la suplente del 18 de Mayo terminara el resto. Eran 13 cajas. El 25 me encontré con la sorpresa de que me habían guardado la tarea de terminar el etiquetado. Gruñí como un perro enojado al que nadie oye, lo peor era enfrentarme al ocho ¿cuántas veces? verás, eran 6 lapiceros rojos, 12 azules, 12 negros y cinco marcatextos fluorescentes para subrayar…lo que equivale a …35 ochos, más los cuatro ochos de los envases de lapiceros. Por supuesto que quise salir corriendo, pero faltaban 3 cuartos del día y cuatro cajas con objetos que etiquetar.
Ayer (por decir algo) fuimos al cine y otra vez sucedió. Sentí la urgencia de salir a media película, me di cuenta de que no era la primera vez. En casa, mi marido se queja de que cuando vemos un programa no me siento en paz, estoy interrumpiendo cada rato para ir al baño, o a beber agua, o cualquier otra excusa. Lo siento, lo he sentido hasta sin sentir.
No es miedo, no le tengo miedo al trabajo o al miedo. ¿Será una certeza? cuando me doy cuenta que me quiero ir a la mitad de algo, me he cuestionado y juzgado severamente. Si no encuentro razón aceptable para irme, me quedo sin querer ¿O vuelvo a querer? el caso es que, no hay seguridad si es más uno estando o yéndose, pero siempre respaldo mi decisión…excepto, he dejado proyectos inclusos, casi todo lo que he escrito recientemente es inconcluso, no necesariamente a la mitad pero sin terminar, como mi vida de cuarenta y algo años, la mitad de algo, la mitad de 86 años, la eternidad de la mitad, un cuarto de algo, 172 quizá. ¿Qué se puede hacer sintiéndose un fragmento de sí mismos, una mitad? Hoy más que nunca quiero salirme de este confinamiento pandémico, así que desperté a mi hijo y lo lleve a practicar sus lecciones de manejo a la salida del sol.
Texto e imagen: Beatriz Osornio Morales
De entre las horas derramadas del día
rescate un instante para pensar.
Abrí la ventana y salió el sol,
cesó la lluvia;
el sol era tierno, apenas
un polvo luminoso
cayendo sobre las hojas
que llovieron en el patio,
donde llueven mis ojos.
De entre los días de un mes lluvioso,
rescate uno solo para beber,
y encontrar
y subirme a la nave del tiempo.
B.O.M. imagen de la red.
Hoy en un viaje repentino a la playa, entre la arena, el viento, las olas, los cuerpos tendidos al sol, entre niños jugando, mujeres y hombres con tangas, entre gluteos expuestos, encontramos un pez muerto, un raro espécimen que nunca habíamos visto; gris con textura de roca, cabeza más ancha que el cuerpo alargado que termina en cola alargada, tiene aletas a los lados y dos semi aletas entre la panza y la cabeza. Uno de mis hijos se maravillo de verle la expresión de muerte, los ojos y la boca abierta como si estuviera vivo, cubierto de arena parecía más muerto, así que el chico lo cogió de la cola, lo sumergió en el agua y lo colocó sobre unas rocas amontonadas, donde el pez muerto se camuflaba perfectamente, incluso sus ojos ya no parecían los ojos de un pez muerto.
Otra cosa que nunca había visto yo, es un hombre con múltiples tatuajes, de entre los que sobresalía uno con letras tipo gótico en forma de arco en la parte baja de la espalda, el tatuaje leía “Damaged” el hombre perseguía una jaiba, por un momento la atrapó, pero entre pinchazos el cangrejo se liberó y saltó de vuelta al agua. Me acordé de una compañera de trabajo que tiene tres tatuajes, uno en memoria de su hijo muerto, uno en honor a su hermana que murió de cáncer, el tercero es homenaje a su mamá que en paz descanse, y el cuarto que aun no se hace, será en memoria de su padre que también ya descansa. Entonces pensé que la gente que lleva tatuajes, lleva momentos memorables, muestran sus batallas o qué sé yo.
Yo no tengo tatuajes, y por un momento, ante el dorso desnudo del hombre con “damaged” tatuado y otros muchos tatuajes indefinibles, y ante el recuerdo de otra gente con tatuajes, me sentí extrañamente callada, pensativa. ¿A caso yo no he tenido batallas en la vida? ¿acaso ninguna que merezca la pena marcar mi vida en cuerpo y alma?
Si le pregunto al hombre el significado de cada uno de sus tatuajes, seguramente responderá “este me lo hice cuando esto o lo otro” “este es especial porque esto o lo otro” “¿ve esto? después de mi primer matrimonio” “y este es de antes de mi primer matrimonio” “Cuando murió mi mejor amigo” “para el primer tour a Afganistán” “la primera sobre dosis que supere” o quizá elija no dar explicaciones, simplemente afirmar algo implícito. El hecho de que la gente con tatuajes expone que vive una vida con amplio significado, podría hacerme sentir que yo vivo una vida sin significado, lo cual es completamente falso.
Si yo necesitara un tatuaje para cada una de las batallas que he peleado en la vida, no me alcanzaría la piel. Por otra parte, tengo un mecanismo de defensa que hace que mi memoria elimine o confine los momentos desagradables a un terreno inalcanzable, lo que menos quisiera es desenterrarlos constantemente.
Momentos maravillosos tengo muy pero muy a menudo, a veces quisiera tatuarme cada amanecer, cuerpos bellos, sonidos sublimes, abrazos entrañables, palabras andantes, y una interminable antología de belleza humana y supra humana para levantar la voz.
Algunas pérdidas confieso, tengo la manía o la necesidad de convertirlas en poesía. ¿Qué mejor tatuaje que el poema? y sin necesidad de dar explicaciones, como el pez muerto y el hombre tatuado. Así aumenta el volúmen de mis días, en un interminable acto creativo que durará mientras viva. Estoy segura que mi alma está completamente tatuada con poesía.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.
Día 1. Mazatlán, México 2005.
Las fuentes coronadas de flores en lugar de agua, colocadas a lo largo del embarcadero, frente a los veleros en descanso; suceden como en un sueño de campanillas fusa, rojo, blanco y morado, con sus cálices definidos sobre una cama de tierra suave y hojas verdes que pienso.
Los cuerpos musculosos, bronceados por el sol, se tienden sobre la arena, sumidos en un estado de serenidad fatal. Y tú tan lejos del paraíso, ¿Qué pensarías de ésta mujer, que se pasea en su vestido blanco, acariciada por un casi imperceptible rumor de seda? Tu silencio sostiene en alto su andar cadencioso y su cuello alargado.
A ésta hora, puedes pensar que el mar es sólo un testigo a tu izquierda, claro que puedes, escondido en aparente esfumatto de nostalgia, es casi gaseoso, que si no fuera por los veleros, más bien por las velas que nos devuelven el mar a la mirada, todo quedaría en fantasmagorías e impresiones de la memoria.
Día 2
Por el mar se entienden muchas cosas, para mí, algunas no encuentran significado aún, sin embargo todo el sentido de la vida se confronta en sí mismo como un gran oponente del mar.
Aquí, la ley de los contrarios revela similitudes. Se sabe que no hay gran diferencia entre la inmensidad del mar contemplado, y el grano de arena. Si se contempla al grano dorado por la luz del sol, se mira en su unidad, encontramos que también es infinito a nuestros ojos. Por alguna razón, en el grano, el mar concentra nuevamente la mirada, extendiéndola más allá de sus límites.
Día 3
El diario de Abril se reduce a dos horas quizá, pero unos minutos me son suficientes para transportarme a tu paso, y andar junto a las cosas que nos hemos callado, las idas y venidas sin regreso, el café pendiente para charlar, la casualidad que un día nos traerá sorpresas; de todo ello, me quedo con el silencio, el único medio para nombrarte.
Puede ser fugaz, como lo son los viajes y los viajeros en lugar extranjero, espíritus libres que irradian alegría, asombro que dura apenas unos días, para después sentir la necesidad de moverse a otro lugar, pero siempre existe la posibilidad de un regreso.
Es distinto desde este balcón. Imagino que andarás yendo por las calles de París, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, encontrándote con gente distinta o, tal vez ordinaria, gente extraordinaria, piensas, lo piensas muchas veces, agotas el tiempo en pensar, al menos hasta recordar el sitio de donde tú y yo hemos venido.
Beatriz Osornio Morales