Hay veces que ella camina por la casa con los pies descalzos, mientras yo duermo y, entre sueños oigo y veo que en el silencio total de la noche, se levanta de la cama y se dirige por un mundo paralelo al baño. Yo sigo sintiendo su presencia felina junto a mí. En el baño, abre las puertas del tocador, imagino que se cepilla el pelo, le cae como cascada por la espalda a medio vestir; sólo un blusón de seda blanca con tirantes de tallarín a los hombros la cubre, su piel huele a loción de jazmín. Inclina un poco la cabeza hacia un lado, entonces le beso el cuello suave, con las manos apoyadas en sus hombros desnudos, despacio deslizo el tirante del blusón. La suavidad del blusón resbala por el relieve de sus brazos morenos. El espejo, cómplice, me muestra su sonrisa blanca. Detengo mi caricia en el pecho descubierto casi del todo “¡Qué belleza insoportable!” permanezco esclavo de sus pasos.
De pronto, un movimiento en mi cuerpo pesado por el sueño, hace que escuche otra vez sus pasos, están bajando la escalera, ligeros por la alfombra que amortigua el ruido de cualquier peso, y más el de ella que es delgada. Embriagado de sutil misterio, exclamo: ¡ah, sé que voy a perderme en ese espacio de tan escasa luz! Veo a una mujer que se parece a Sonia bajando la escalera. Siento unas ganas locas de abrazarla, pero me detiene su gesto de seriedad, entonces doy un paso hacia atrás para dejarle el paso libre.
De afuera llega la marcha de un auto, primero se acerca, se hace ruido en la calle y a en seguida, se va desvaneciendo en la distancia.
El ruido de un golpe como el cerrar la puerta o la cajuela del carro, me hace brincar del sueño, despierto sobresaltado y oigo que Sonia sigue en la cocina organizando los trastos, no le gusta dejarlos sucios para el siguiente día.
Siento que he dormido largo rato pero veo el reloj de la cómoda, y me sorprende ver que son apenas las 11:10pm.
El tiempo se detiene, cuando por fin sus pasos ascienden la escalera.
Beatriz Osornio Morales. imagen de la red.