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Cautela

Remedios Varo y sus obras junto a 7 pintoras surrealistas | ttamayo.com

A veces me cansa la cautela, seguro que es algo común. Imagina que llevas largo tiempo de tu vida, años, quizá una década, pisando en un suelo con vidrios rotos, entre cascarones que no quieres romper, o entre minas que si pisas, causarán una tremenda explosión, de la que seguro nadie escapa sin daños. ¿Verdad que cansa? Vivir así por largo tiempo convierte la vida en algo insoportable.

Habrá días que no querrás levantarte de la cama, otros en los que, con demasiado esfuerzo lo logras, te arreglas y pones tu mejor cara para los que amas. De pronto (porque nunca falta) con cualquier cosa te dan ganas de llorar, con un esfuerzo sobrehumano logras suprimir las lágrimas al menos  hoy, porque no quieres que te vean llorar y porque en el trabajo hay que portarse con profesionalidad. Hoy fue un día de esos.

Cada noche le das la bienvenida al sueño, pero mañana hay que despertar otra vez. Con el tiempo,  acabas por creer que estás dentro de una bestia a punto de despertarse, y por si acaso, hay que andarse con cautela.

B.O.M. Imagen de la red

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Cuenteando De Sus Sueños Fantasy Interes Social Literatura

Época de silencio

En la época del silencio por la que todos pasamos, escribir también pasa, y puede que hasta se pierda en los días como en una avalancha de cenizas. Pero aquí adentro se puede inventar otro alfabeto para deletrear con movimientos, la figura de los ruidos, de las lágrimas, o el simple murmurar con el cuerpo de una literatura perenne. 

Con las manos abro la esperanza para que se derrumben las murallas del tedio, la figura de sus líneas alrededor de los dedos, es transparente como una película, muestra la piel interna, roja, encendida brasa. 

Los montes que construyo con el arco de mi cuerpo, con el giro de mi cuerpo, con el calor, con la luz de mi cuerpo, guardan una lectura de sol en llamas.

Y con la noche a mis espaldas, pesada como una laja compacta, como una lápida nocturna, trato de escribir, soplando un polvo que forma olas en la pared del fondo, trato fuertemente de encontrar una palabra que te defina o te descifre. No sé lo que eres pero me haces falta. Me sumerjo bajo la tumba nocturna a ver si pudiera despertarte de la indiferencia. Enrollo mi cuerpo sobre mí, lo deslizó por la alfombra como un baboso. Allí estás con tu destello de luciérnaga, pegado al poste de la cama, inmóvil, sostén. Pero estás hecho de silencios, de tiempos de otro tiempo, un tiempo que nadie puede pronunciar porque está lejos de todo, lejos de lo que eres, lejos de mí y de tí, estás muerto.

Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.

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Cuenteando De Sus Sueños Interes Social Relato negro

El pequeño Eric

El pequeño insomnio que me ha estado visitando por meses, bien podría tener el nombre de mi hijo, mi padre, mi madre,  o bien podría llamarse Eric, el bárbaro, como el vikingo…uno de tantos.

Eric es el que más se asemeja a mi insomnio, por la brutalidad de la que es capaz. 

Eric era un personaje oscuro y sanguinario, de complexión pelirroja que descabezaba inmisericorde a sus enemigos, y con misericordia a los de su clase, pero igual de bruto. Uno de sus vástagos sabía lo sombrío que podía llegar a ser.

Eric, éste Eric, tiene los ojos azules y es pequeño, muy pequeño y salvaje,  golpea las paredes de la habitación toda la noche. Se levanta repentinamente del sueño, e inmediatamente y sin abrir los ojos, empieza a percutir la frente, suavemente al principio, con un compás de golpes de pecho, súplica o arrepentimiento. Hay veces que el display me hace llorar de compasión. Otras veces, parece que la realidad no tiene escapatoria, no podemos ya más contra su mano, y el pequeño pañuelo con cloroformo, es un gran asedio. 

Entre tanto, el pequeño insomnio continúa aporreando la pared, cada vez más cerca de la cama. Al escucharlo uno piensa en aquellos vikingos ancestrales, pegándole al pecho, o al escudo en demanda de guerra. Así comienzan las batallas más encarnizadas, y en cierto momento,  en su pico, la pesadilla puede llegar a pulverizarse en un simple sueño del que hemos despertado ya.

B.O.M.

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De Sus Sueños La magia del Momento Literatura Poemas

Huellas

Hablo de un sueño
porque me ha tocado con su pluma
su caricia líquida entre manos
vierte delicados hilos
en mi pecho.


Sus dedos ascienden
en  dirección a
 los cuatro puntos cardinales
de mi cuerpo
¿Quién percibe mejor la luz etérea
sino el pájaro que ya fue vuelo?


Entre los hombres
nadie que menciona la claridad
puede sospecharla siquiera
sino colgando de un péndulo
abismal.


Entonces el hombre
vuelve a ser aquel viaje
que apuntaba
hacia la cima del monte Everest
lleva sus pies a pesar
de saber
que el pesado tiempo
se aligera
cuando está cerca del fin.


Del ser condenado a morir
 sólo queda un  bosquejo
ingrávido como huella
que ha tocado el cielo
y sabe que por fin
alzará  los brazos
en un grito pletórico de triunfo
Mientras tanto sueña-
huellas en la nieve.




Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.
Quién y cómo hizo estas misteriosas huellas en la nieve?
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De Sus Sueños Literatura Poemas

La grieta

“Soñaré si me da la gana”

Mi muerte debería ser asunto mío…
pero de pronto, alguien muerde
el borde a la última palabra, y
algo blando grita dentro de la roca.

El sueño se defiende
de quien quiera hurtarle su paraguas,
o morderle los labios, piedra preciosa.

Ignoro qué extraña fuerza
me lanzó fuera de mi, aún
tengo adormecida la quijada.

No sé el verdadero nombre de la muerte.
Por si acaso, antes de despertar
hay que tapar la grieta.
Con un beso se sella la fisura.
Soñaré en su cuerpo.



Beatriz Osornio Morales, imagen de la red

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De Sus Sueños La magia del Momento Literatura Poemas

Al final

A mis queridos lectores

En el penetrante momento de estar aquí
situada frente a todo,
frente un mar lejano que devora 
en  vuelcos  de microbús atestado,
pirotecnias sin la garantía del sueño.

Otro año, todo o nada…lo que fue, y no es,
o ha sido, sin saber de sí.

La verdad es que sé demasiado
sin saber.

Estoy rodeada de escombros
que destila el descarapelado espejo.

La ventana se quedó sin marco,
pronto va a derrumbarse también
en el despeñadero abismal de la memoria.

Eres muy pequeña para la voluptuosidad,
demasiado grande para el deseo,
tan pequeña que no cabes en la ventana,
tan grande como un minuto.

Pero quién soy yo para juzgar
con  grandes zancadas en el agua,
aspavientos de piedra lanzada al aire
al epicentro de la penetración.

Puedo decir con seguridad que esta casa
ha sido penetrada por la luz, por la humanidad,
por las sombras mencionadas hasta el cansancio, 
por un trago amargo y un dedo de miel, 
donde solo el deseo sacia el deseo.

En el beso, una pluma. En tu pecho mis labios.
Otro salto mortal desde el ala de un pájaro.
El ruido de los cohetes se evapora en la distancia,
sin embargo, ¿Cómo se dice esto?
querer cerrar los ojos ante todo, ante ti, jamás.



Beatriz Osornio Morales. Imagen de pinterest.
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De Sus Sueños Interes Social Literatura Prosa Poética

Cuerpo de sombras

Había sombras y luz; 
suficiente luz para exponer el cuerpo, el mundo entero,
y suficiente sombra para no reconocerlo.

Tiene el muslo considerablemente
cubierto de lodo aún,  húmedo, el pelo turbio le cubre el rostro.

A pesar de las sombras se aprecian partículas de suelo,
como las que imaginó una vez el joven profesor de inglés, 
en el corazón de las tinieblas.

La luz va encogiendo los minutos, el tiempo, 
es un imposible que recuerda con toda la inteligencia humana.

Las manos, irreconocibles por el musgo
abren otro camino en el laberinto oculto,
no saben lo que son, lo que es esto, la sombra
y escarban con las uñas hasta sangrar el vacío.

Y la voz..
¿Qué tipo de voz habremos de poner a las sombras? 
¿Y  a la luz que se camuflajea de colores?

Es mejor callarse, dejar que las mendigas sombras
se desgañiten en saltos tras el semáforo rojo,
o que el óxido de la luz hable de 
cómo la oscuridad  echa a perder el mundo.
Baste saber que el cuerpo sigue aquí,
en la mañana, arropado por estas manos sucias.



Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.
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Cuenteando De Sus Sueños Literatura Relato negro

El único testigo

Qué terrible pensar en esos ojos, así, fuera de los sockets como estaban, como si los hubieran exprimido del cuerpo inerte, ya fríos.

Roberto salió del bar poco después que sus amigos, Fabían y el Javi, quienes tenían que regresar a la oficina a entregar reportes del día, según se excusaron.

Como aun era temprano, Beto decidió caminar, tomar la ruta larga para compensar el tiempo; se había propuesto en la tarde, pasar una de esas noches locas, y si no locas, largas; no volver a casa antes de la media noche. Pero lamentando que sus amigos le habían aguado la fiesta, pues no le agrada beber solo, y el bar los lunes está casi vacío, se echó a andar sin rumbo fijo, deambulando por avenidas, calles y callejones que él nunca había notado, iba distraído en sus propios pensamientos y algún repentino recuerdo se adueñaba de la noche.

De pronto, junto a una planta que podría ser bugambilia porque su forma se abrazaba a la esquina del edificio, vio un bulto quieto, más oscuro que la sombra que proyectaba la planta iluminada por la luna, como si vaciara un tinaje en el asfalto. Instintivamente, Roberto se detuvo, algo alcanzaba a brillar del bulto inerte, lo cual le produjo un calosfrío que estremeció todo su cuerpo.

Cautelosamente se acercó un poco más, la luna le abrió el paso. Se acercó hasta estar frente a un muerto, literalmente, parecía tener el pelo mojado, pero, pronto, Roberto se percató que la humedad era sangre, y que formaba también un charco en el piso. Entonces, al mismo tiempo que le vio los ojos desorbitados, saltando de sus cuevas, detectó un olor indescriptible, dulzón, como la sangre coagulada, nauseabundo, dio un paso atrás y se alejó lo más rápido posible, dando zancadas alcanzó la avenida que lo llevaría a su domicilio; en el trayecto vomitó dos veces.

Ya en su casa, debatiendo por horas el curso que debía tomar, reportar el hallazgo o quedarse callado, era imposible decidir en esas circunstancias, finalmente, deseando que se tratara de una pesadilla, de la cual, en cualquier momento va de despertar, se quedó dormido.

BUENOS DÍAS!...encontramos ojos por todos lados, en esta imagen surrealista  de Marcel Caram y hasta en el evang… | Surrealism painting, Dali art,  Salvador dali art

B.O.M. imagen de la red.

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Un pasado improbable

Surrealismo - Artelista.com

Soñó que alguien la quería al punto de hacer cualquier cosa por ella, literalmente, y al parecer un día se le cumplió. Lo conoció en un restaurante a la hora del almuerzo. Parecía un buen hombre, bronceado, de estatura media con músculos firmes, lo que contrastaba con su personalidad cándida y un tanto insignificante, expresión suave, cabello crespo, negro y muy acariciable, como suele decirse entre amigas.

Era en verano, lo que para ella sería de principio una aventura casual. Tomó un trabajo temporal en la central de abastos del estado de México, en busca de fondos monetarios para prodigarse tratamiento dental urgente. El era estibador y asistente de bodega. Quizá su limitación de personalidad era cuestión de actitud, de qué otra forma ponerlo, su educación era precaria, no había terminado ni lo que en este país se conoce como educación primaria. No tenía aspiraciones de un día ser educado, hacer carrera, conseguir mejor empleo, pero sobre todo transformarse a sí mismo en alguien de conocimientos. Lo más cercano a una ambición de conocimiento institucional, era de la liga de lucha libre, por lo que tenía una afición y aspiraciones de un día llegar a ser uno de esos buenos actores enmascarados.

Eran muy jóvenes. Ella estudiaba la secundaria. Su personalidad juguetona fue la que le llevó a aceptar la propuesta de una relación amorosa con alguien a quien consideró de inmediato distinto a su tipo. Sabía que a final de mes, todo aquello (trabajo de mesera y mensajera) incluyéndolo a él quedarían sumidos en algún rincón oscuro de la memoria. Pasaron buenos ratos, entre juegos y manoseos adolescentes. El cada vez se iba clavando más en la relación mostrándose cercano y hasta dependiente de dicha relación, a ella le hacía gracia presenciar la perturbación del hombre ante su blanquísimo seno, desnudo a propósito. En el sueño, le tomaba la mano y la guiaba hasta las partes más femeninas que él no se atrevía a tocar, lo que indica que quizá entonces él también haya sido todavía virgen. La estaban pasando bien.

Tres días antes de marcharse (a pesar de que le profesaba un trato amoroso que ella misma considera hasta la fecha, sincero) estaba segura de que no habría problema en decir adiós. Pero llegó el final de mes y no fue así.

Paso a despedirse por la mañana, sus ojos estaban más nostálgicos que de costumbre, temió verle llorar pero la que terminó llorando fue ella. Él prometió que un día la buscaría, “sí como no, pensó,” y se marchó triste y confundida. A lo lejos volteó y él todavía estaba allí en el pasillo de la central mirándole hasta desaparecer en la esquina, donde le pareció ver que levantaba la mano para decir adiós.

Finales de agosto, hacía calor en el autobús. Fue el viaje más largo de su vida.

Unos meses después, recibió regalos inesperados. Los buenos momentos se reavivaron en su mente, y lo que antes parecía algo disparatado, empezó a sonarle como una promesa con esperanzas. Se dejo envolver por un sentimiento dulce. Dejo de sentir pena al renunciar a las solicitudes de los chicos de su clase, a quienes comparaba con Ubaldo, y pese a las obvias ventajas de un mejor futuro, su gran desventaja fue ser comunes y ordinarios. Para ese entonces ella se había puesto ya al día en lo referente a la lucha libre.

Una media mañana de domingo de un mes olvidado, en que Lidia miraba el televisor, entró su madre a avisar que alguien la buscaba, a lo que respondió indignada por la absurda interrupción del programa de lucha libre, retrasó su atención en el asunto. Después del segmento del espectáculo, durante los anuncios se dio por fin a descubrir quién podría ser el misterioso visitante. Casi cae de la sorpresa. Era él. Había dado con ella pese a una gran serie de tribulaciones.

Caminaron a orillas del lago, él insistió en que se casaran. No desistió ante la primera negativa. Lidia lo amaba, creyó que lo amaba. Pero si él no tenía aspiraciones, ella sí. Debía marcharse a otra ciudad en busca de una oportunidad para estudiar, era un mal momento para el matrimonio.

Ya en Noriega, anduvo sin residencia permanente por unos meses, no hace falta dar detalles de cómo fue a parar de interna en un convento. Luego de unos meses de ocupaciones en los estudios de turismo, recibió otra visita sorpresiva. Lo recibió en el vestíbulo, pero estaría en chino encontrar una excusa para salir. La directora del convento era audaz y no se tragaba cualquier cuento. Y ella, entre emocionada y preocupada por lo que implicaba, o imaginaba que implicaba todo aquello (Ubaldo, no recuerda su apellido, siguiéndola hasta el fin del mundo), debía verlo.

Hizo que se marchara de momento, e indicó que lo vería más tarde en el jardín cercano a San Diego.

Llevó a la cocina la canasta de dulces regionales que le había traído. Aprovechando que la directora estaba allí, y se apresuró a preguntar quién era el apuesto visitante, Lidia dijo que se trataba de un pariente lejano, vivía en Puebla, había venido a la ciudad por un asunto personal y le había prometido salir a comer con él. Y así sin más vueltas al asunto, le ofreció una alegría de ajonjolí, consiguiendo sin chistar el permiso para salir. La directora estaba de buenas y le valió poco la excusa, lo mismo hubiera dado que le contara una de chinos.

El encuentro fue más de contacto que de palabras, se besaron como si quisiesen devorarse.

Ubaldo (Lidia no recuerda su nombre completo) se dejo guiar por ella en la ciudad desconocida, mientras sin arrumacos y excesivas explicaciones comentó lo impresionante de las montañas y la belleza que encontraba en el lugar. Se besaron por las calles sin saber que aquel sería su último encuentro.

El tiempo paso, ella se mudó a vivir con una amiga de la escuela, de lo que no aviso al pobre Ubaldo, más por distracción que por falta de consideración. Ella se dedicó a vivir un presente apremiante, lleno de cambios, retos y promesas, que fueron moldeando sus sueños y nuevas ambiciones. Y así, ella hoy, convertida en gran periodista me ha contado a mí, aprendiz de escritora, amante de los romances, entre divagaciones de un pasado improbable, lo que pudo haber sido su presente al día de hoy.

B. O.M imagen de la red.