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Caracterización de un Personaje

Esto lo escribí hace mucho y me ha servido a lo largo de la creación de narraciones, sin embargo es solo un punto de vista que se puede debatir:

Una vez definido el personaje, una vez que cuenta con una identidad propia, el escritor tiene que concederle independencia y respeto, como a cualquier otro ser vivo, y contar la historia como el protagonista o testigo directo, no como el inventor de la misma. Una vez dándole vida, el personaje tiene derecho a vivirla como lo que es, una vida acorde a sus rasgos de carácter, su apariencia física, pensamiento, sensibilidad, gustos, manías, rituales, etc.

Los lectores se llegan a sentir identificados con otros seres íntegros, autónomos, sensibles, pensantes, y no con aquellos personajes que tienen la mala fortuna de ser tratados como títeres.

Una vez dada la caracterización apropiada al personaje, este podrá moverse por la historia con agilidad, y el lector será capaz de creer en la existencia de ese personaje que reclama identidad propia como en la realidad todos, luchamos por una identidad personal, así será recordado y asociado por sus particularidades a la hora de actuar de tal o cual manera. Como si el encuentro entre personaje y lector dependiera de la realidad cotidiana. Al identificar a un personaje, uno siente como cuando le presentan a una nueva persona.

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Beatriz Osornio Morales, texto de Arte Poética. Imagen de Joan Miró.

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Aire Literario

En literatura no me interesa solamente contar algo, me interesa crear texturas distintas con las palabras. Si es en narrativa, un texto debe contener la historia y sus historias atmosféricas, alternándose, unas dentro de otras, lo material y lo inmaterial.

En poesía, especialmente las texturas con las que representar las emociones y los pensamientos son vitales, tan importantes como complejo es su desarrollo, el cual radica en encontrar la flexibilidad justa en las palabras, con esto me refiero a su flexibilidad interpretativa, tanto en su fonética, articulativa y ajustable; un verso puede sugerir más de una interpretación.

Contar historias sería simple si el único fin fuera contar la historia. Contar una historia consiste en narrar una serie de hechos (reales o inventados) que se aíslan del resto de la realidad. El estilo es particular o impersonal, dependiendo del gusto descriptivo del escritor. La trama escogida proporcionará a la historia su fuerza y movilidad, por tanto hay una parte de planteamiento (identificación del problema o conflicto) que contará con un climax, y el final que puede terminar en la resolución del problema, o en un paisaje abierto, sugerente, por decir algo. Pero eso es solo el armazón, las texturas son el verdadero contenido que experimenta un lector a la hora de su lectura.

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Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.

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Virtualidad

La ciega era yo. Y era  ciega el ave detrás del muro del amanecer. En la calle éramos una multitud de ciegos, hablando a la vez de lo que nos imaginábamos que era la luz.

Con frecuencia yo me sentía aturdida en medio de una penumbra irreal, cual nota que una mano desconocida hace al tocar una cuerda rígida. Pero con mis pasos de gota por el teclado, desperté  los avatares que la ciega no podía ver, y ahora imagino también sus pasos junto a los míos. ¿De quién son esos pasos que después son gotas?

Puedo sentir en la sangre la profundidad de su canto, construyendo un tótem de escalas y crepúsculos imaginados que le erizan la piel a cualquiera. Y aquel día gris, que de mi cuerpo volaron insectos en extinción,  es solo un sordo recuerdo. Hoy, de la piel como de una bombilla encendida, emanan palabras y palabras, y las palomas vuelan hasta el otro extremo del mundo donde las gentes pueden ver.

 

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Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red.

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A las Puertas del Tiempo

Yo rara vez me despido del tiempo, de los emisarios del tiempo, de los números de año, o de los diciembres. Creo que nunca lo he hecho. Para qué. En el fondo sabemos que el tiempo es continuo y fluye con el cauce del río heraclitiano.

Acaso uno puede intentar perpetuar de alguna manera un momento en el caudal que arrastra la memoria a la frugalidad del recuerdo; hechos específicos son lo único que podemos tomar como símbolos para definir cada día, cada año, cada mes, cada año o emisario del tiempo. Ante eso, ¿Qué sucesos definirían mi 2018? ¿y el tuyo?

En mi caso, es y ha sido parte de una etapa, pero aun las etapas nunca se cierran del todo, al menos yo no las cierro, y me da igual si se cierran o permanecen abiertas de par en par, o como una puerta entreabierta por donde el otro lado espía, ya la muerte se encargará de cerrar algunas de ellas de una vez por todas.

En cambio yo he tomado y habré tomado decisiones  una y otra vez de acuerdo a mis circunstancias particulares, de acuerdo a lo que soy y con todo lo que soy, esa es mi única obligación con la vida, SER, y escribirlo,  ya sea que con ello se abran o se cierren las puertas del tiempo.

A mediados de este año abandoné (abandonar sí puedo) temporalmente el blog de paradoxia  www.etcetreadeluz.blogspot.com y entré de lleno a Una Luz Más, este rinconcito donde he encontrado a muchos de ustedes. Fuera de los blogs personales, publiqué en un par de revistas. En Octubre se publicó  Sobre una Pecera en Solo Novela Negra https://punica.es/?s=sobre+una+pecera, y este mes  Mundo de Locos en el No.34 de la revista El Narratorio http://elnarratorio.blogspot.com/p/blog-page_60.html aquí les dejo las puertas abiertas.

En el plano histórico y social, sólo puedo decir que socialmente he tenido un buen de desilusiones, pero no solo en el 2018, ya venía ocurriendo desde que tengo uso de razón.

A las puertas del tiempo me siento satisfecha con lo poco que me queda de este año. Espero seguir escribiendo en este blog. Me viene bien después de que lo tuve abandonado por tanto tiempo.

Esto no es una despedida sino un estar con  ustedes queridos lectores, por este medio se han establecido hermosas conexiones de retroalimentación por aquí y por allá. Cada visita, cada comentario me enriquece y aprendo de lo que ustedes me aportan aquí.

Felices fiestas para ustedes y buenos augurios para el 2019. Espero seguir contando con su presencia. Salud!

 

 

Beatriz Osornio Morales

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Bosque Tranquilo y Valle

Bosque Tranquilo y Valle.

En el mundo del ensueño, las dimensiones del espacio real son irrelevantes, por ser experimentadas casi siempre sus dos extremidades, lo grande y lo pequeño son perfectamente posibles en un solo espacio. Importa más el aspecto del elemento que predomina en el paisaje, su textura, fragancia, sonidos. De alguna manera el bosque y el valle ejercen efectos antagónicos en la experiencia ontológica del ser.

El bosque tranquilo es demasiado impredecible. El aire es denso. Un bosque en calma está cargado de silencios irrespirables para un alma etérea. Para un niño que nació entre el terciopelo crecido de los pastizales del valle, el aire es la posibilidad de lo inmenso, la inmensidad de lo posible. En esa inmensidad, el niño juega a volar cometas y descifrar las nubes.

Pero el niño del bosque no sabe volar papalotes, sueña que el viento azuza los silencios de su casa. Detrás de los follajes inmóviles se fabrican tempestades, en el rumor de las hojas se esconden insondables misterios. El niño del bosque no juega, vela, pregunta, investiga, previene.

Un valle es exterior, ligero de soñar, en él se encuentran poco los misterios, pero se experimenta el movimiento, la libertad, el vuelo, todo con la seguridad de  estar protegido por la fortaleza de las montañas.

El bosque aunque es un espacio físicamente externo, siempre se experimenta como una respiración densa, espesa, lo inesperado es el factor predominante, el escondite perfecto es el bosque.

 

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Beatriz Osornio Morales. imagen de René Magritte

 

Nota: Este texto es parte de la serie Espacios Poéticos, una serie de mi arte poética.

 

 

 

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Neil Gaiman y Fahrenheit 451

¿Qué pasaría si tú te permitieras  pensar cualquier cosa, es decir, cualquier cosa?

Algo opuesto a la realidad, supongo…¿no necesariamente?

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En un discurso Neil Gaiman habla sobre Ray Bradbury, específicamente habla sobre su libro Fahrenheit 451. Dijo sobre éste, que al parecer Ray se había hecho la pregunta mágica “¿ Y…si? sobre el papel que juegan hoy en día los miembros del departamento de bomberos. La pregunta de Ray Bradbury que comenzó la  aventura del maravilloso libro, cuyas imágenes aún tengo frescas en la memoria, según Gaiman fue ¿Y si en nuestra sociedad el departamento de bomberos en lugar de apagar fuego, hiciera fuego quemando los libros, cómo sería el mundo?

De esa forma, Ray Bradbury construyó un mundo distópico en el futuro, contado en tiempo presente para responder a la pregunta que lo origina, aquí la tecnología juega un papel fundamental y de primer plano en el modo de vida de la sociedad norteamerica. Los libros son prohibidos así que existe una flotilla o comando de fuerzas especiales dedicados a decomisar libros e incendiar los lugares donde se posean, inclusive una de sus tareas es la persecución de aquellos de quienes se sospecha la posesión de libros. Es un mundo sombrío, con un lúgubre olor a humo y secretos. Está narrado en una exquisita forma metafórica. A mí me encantó ese libro cuando lo leí hace unos tres años por lo menos.

Mientras leía el discurso de Gaiman, me vino a la mente que  a veces a uno se le hace escandaloso permitirse pensar cualquier cosa, pero si Ray Bradbury no se hubiese permitido hacer una pregunta escandalosa sobre los bomberos que son vistos como héroes en USA, o sobre lo que ocurriría si los libros fueran reemplazados por la tecnología,  Fahrenheit 451 quizá no existiría. El título es un tanto hermético y para muchos, pasa como un enigma inadvertido, pero es una referencia al grado de temperatura en que el papel arde, hay cierta genialidad en este trabajo literario.

El discurso de Gaiman viene incluído en una colección de textos, donde amenamente nos da un punto de vista sobre variados temas de importancia artística, el libro se titula precisamente “ El Punto de Vista desde el Asiento Barato” Me llamó la atención no solo el título algo descreditado, sino que me gustan las novelas de Gaiman y no se diga las de Ray Bradbury, y qué mejor estímulo que encontrar a Gaiman hablando sobre un trabajo de Bradbury. Leí solamente ese discurso sobre Fahrenheit 451 que descubrí en el índice del libro. El autor no se ahonda mucho en el tema, pero con el sentido del humor que le caracteriza, Neil Gaiman me convenció de leer el resto del libro en cuanto le ponga la mano encima.

Permitirte pensar cualquier cosa no necesariamente significa que tenga que ser opuesto a la realidad, puede que se trate solamente de imaginar distintas posibilidades de la misma, esa es una de mis tácticas para escribir poesía, pero puede aplicarse a cualquier acto creativo, ¿no?.

 

Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

 

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Pequeño Inventario

 
Nos queda la imaginación que a veces apacigua las dudas.

Nos quedan los barcos de vela, el licor, las orquídeas.

Nos quedan majestuosas ciudades de cristal y de cantera.

Nos queda el recuerdo, aunque no sea el mismo de ayer, y a veces se parezca a las ruinas.

Nos queda la calidez de mil saludos, y una que otra mirada furtiva. El rock, Silvio, los otros, el tren y la lluvia.

Nos queda Sabina, las Brontê, Alejandra, Cortázar, Sartre y Virginia. El fuego de Prometeo y el de la tierra.

En los primeros pasos siempre la imagen de mamá nos guía.

Nos queda una sombra en el wiskey, un desierto en el vaso, y un jardín en la sala.

Una Mujer con Sombrero, El cielo Estrellado de Vangohg para las meriendas.

Nos queda Chagall, Klimt, Egon  y Toledo.

Una comunidad en trazos con una sola calle de concreto, Cezanne, los días de mercado, el mezcal, Rufino, Siqueiros,

los listones en el pelo de la infancia, los alebrijes en Oaxaca, los diablos de Ocumicho. En la mesa el pan de cada día.

Nos queda la distancia para quejarnos de tardes frías que no se ponen el velo. Renoir y sus figuras bajo el agua. Dalí. Muerte Sin Fin, Piedra de Sol, esperanza nuestra.

Las esperas y los encuentros; un papel arrugado. La poesía que le prometimos al mundo, el deseo, la miel, el desnudo.

Nos queda papá, y esta casa que a fuerza de vivir se siente nuestra.

Nos quedan los crepúsculos, las horas, los cafés, la nostalgia.

En el relieve de  la cara ¿Cuántas sonrisas? El Garabato, los poetas malditos.

El lado Oscuro del Corazón…Bolaño, un mundo disfuncional y aromático, …a esta hora, nos queda una  señal con el dedo en los labios.

 

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Beatriz Osornio Morales. Imagen atribuida a Salvador Dalí.

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La Casa del Recuerdo

 

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El recuerdo de una casa pequeña puede tener muchas variantes, tanto en sus características físicas, como en su valor de hogar y refugio.

Yo recuerdo una casa blanca de adobe y cal,  con techo y paredes irregulares. El techo alto por cuyas hendiduras se filtran los rayos del sol y la coloración de las buganvilias, desde afuera parece frío y distante, pero adentro es seguro para  el recuerdo.

Ese recuerdo es la casa de mi infancia, la casa que será siempre grande –por la perspectiva infantil de las proporciones- y pequeña, lo suficiente para poder transportarla a donde voy.

La casa de la infancia, en su pequeñez,  puede ser vista a grandes distancias por el que habita el recuerdo de otras estancias.

Cuando yo escribo, construyo siempre la misma casa.

 

Beatriz Osornio Morales

 

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El Café Está un Poco Amargo

 

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Esta mañana me corren carreteras en el estómago. Su viento inequívoco me advierte las distancias y travesías, dejando en las orillas sus orígenes y sus destinos aparentemente  hoy inalcanzables.

Me corren en sentidos opuestos carreteras nunca derechas, curvas de sol, asfaltos, vuelcos de corazón doblados, velocidades elevadas. Un  viento las hunde y yo las contemplo con el vértigo de las alturas, con el paso de los borrachos me equilibro en esa cuerda invisible, deshojando en la memoria una flor extinta. El café está un poco amargo.

En el siglo 16 la verdad era más verdadera, ahora cada verdad tiene sus verdades y sus mentiras se consideran también verdades a la sombra de las plantas y la amibas.

Es tan extenso el espacio interior que le caben los pasos, los vuelos, los viajes nunca realizados con sus respectivos aromas, se cree que cada palabra es un destino pero solo es una travesía que tarde o temprano se consuma. ¿Habrá palabras que nunca se pronuncian?

Al releer esto quiero arrugar el papel y tirarlo a la basura, sin embargo, simplemente  suspiro ante la pantalla.

Hay que callarse por momentos la tortura del verano.

Estos días largos  incomodan y empujan a la temporalidad de la carne.

La verdad de otros siglos, las palabras, las vías en tránsito, mi estómago,  incluso la curva del sol, todo es absurdo esta mañana. La única verdad probable es que el café está un poco amargo y es rico.

 

Beatriz Osornio Morales.