Esto lo escribí hace mucho y me ha servido a lo largo de la creación de narraciones, sin embargo es solo un punto de vista que se puede debatir:
Una vez definido el personaje, una vez que cuenta con una identidad propia, el escritor tiene que concederle independencia y respeto, como a cualquier otro ser vivo, y contar la historia como el protagonista o testigo directo, no como el inventor de la misma. Una vez dándole vida, el personaje tiene derecho a vivirla como lo que es, una vida acorde a sus rasgos de carácter, su apariencia física, pensamiento, sensibilidad, gustos, manías, rituales, etc.
Los lectores se llegan a sentir identificados con otros seres íntegros, autónomos, sensibles, pensantes, y no con aquellos personajes que tienen la mala fortuna de ser tratados como títeres.
Una vez dada la caracterización apropiada al personaje, este podrá moverse por la historia con agilidad, y el lector será capaz de creer en la existencia de ese personaje que reclama identidad propia como en la realidad todos, luchamos por una identidad personal, así será recordado y asociado por sus particularidades a la hora de actuar de tal o cual manera. Como si el encuentro entre personaje y lector dependiera de la realidad cotidiana. Al identificar a un personaje, uno siente como cuando le presentan a una nueva persona.
Beatriz Osornio Morales, texto de Arte Poética. Imagen de Joan Miró.