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Crónicas Diarios

Del Diario de Abril

Día 16 Hampton, 2006

El mar ha quedado lejos, no el mar de Málaga, ni el mar del Atlántico, el mar, aquel donde te hablaba como si anduviéramos en Paris.

A media hora de aquí hay otro mar, pero este mar es distinto; no inspira lo mismo. Al contemplarse la mirada se abisma en el gris del océano. En sus orillas hay multitudes de aves, nadie con quien hablar. Las olas chocan contra invisibles acantilados. No hay superficie rocosa ni palmeras a la vista.

Desde la casa, el mar se piensa más lejos de lo que en realidad está de estos estrechos de pantano, donde hay langostas y cangrejos salidos de lo hondo. En éste mar, al que se va por la carretera torcida de la península, el tiempo es lento; el tiempo dura el andar de las tortugas.

B.O.M

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Comprar una mascota

Coronavirus y mascotas: estos son los tres animales domésticos que pueden  infectarse

Parece una de las cosas más simples pensar en una mascota. Luego viene una serie de desmangues con cada búsqueda. No basta con decidir qué tipo de mascota se quiere. En mi casa somos cuatro, y en lo que va de matrimonio nunca hemos tenido una. Ahora mis hijos son unos adolescentes y me acusan de haberlos privado durante su completa niñez de la compañía apapchadora. El mayor aun conserva su perro de peluche, que le sirvió (según su experiencia) más que un juguete como compañero de infancia.

No sé por qué el interés en un animal en casa no fue prioridad antes. Nos tardamos en dejar de lado nuestras prioridades, los viajes, los planes a futuro no incluían al peludo. Y qué. Sucede que me cansé de viajar, mis hijos por fin alcanzaron la voz para expresar claramente su deseo. Entonces hicimos equipo para vencer la resistencia del único integrante familiar que tarda más en estar de acuerdo, mi marido. Siempre ha sido un trota mundo. Antes de casarnos era mochilero. Luego durante los años que hemos estado juntos, hemos emprendido suficientes (aunque para él nunca son suficientes)viajes y escapadas.

Concordamos que a finales de Agosto por fin nos haríamos de un cachorrito canino. Tuvimos que concederle al trota mundos, como último deseo, la ida a Florida que nos tomó dos largas semanas. Durant el viaje y al regreso buscamos en la red los tipos de perros disponibles para comprar, visitamos las tiendas de robo, digo, de mascotas, nos dimos cuenta de cómo se comercia con los amigos del hombre, así somos los humanos. Llamamos a criadores de perros para asegurarnos de comprar uno lo suficientemente joven, recién nacido para que no tuviera mucha historia, y con suerte sería más adaptable. Nada, no encontrabamos uno que nos convenciera a todos, si no era perro era perra, si no era muy chico era demasiado grande, si no era de buena raza, era de las razas agresivas, qué sé yo. Terminamos visitando el albergue para animales, tienen algunos para dar en adopción y son considerablemente más baratos. Pero tenían solo perros mayores, grandes, ladradores, intimidantes, con historia de maltrato y una larga memoria del mismo. Me siento incapaz de poder con uno de esos.

En el albergue también tienen gatos para adopción, Así que muy convenientemente, a unos minutos de entrar al ladrerío, salimos aturdidos, seducidos por el silencio y la sutileza de los gatos. Dos veces (una vez fui con mis hijos y otra con mi marido, que odia a los gatos según él) me engatucé, literalmente; tenían gatitos pequeños… y las dos veces casi me traigo uno. Después de la larga búsqueda mi marido accede a un gato y si no fuera porque el que nos gustó ya estaba apartado, habríamos llegado a la casa con gato en lugar de perro. Uno de mis hijos prefiere los gatos y estaba contento con el prospecto. El mayor que ya casi deja la casa para ir a la universidad, se aferró al perro, hizo sus propias llamadas a criadores de shelties, su raza favorita, pero no son tan comunes acá. Mi marido, una vez que se convence, creo que antes no estaba convencido de renunciar a su liviandad de viajar, se vuelve obsesivo, como ya es pensionado buscaba todos los días en los periódicos la venta de cachorros. Por fin encontramos unos recién nacidos de la raza bichon, de solo 7 semanas, sin memoria. Llamamos y ayer fuimos a verlo y a apartarlo. Lo recogeremos el domingo, después de su cita de actualización con el veterinario.

Y ahora que ya es casi un hecho, tengo miedo de no saber cómo entrenarlo, pero es más grande la ilusión de tener un nuevo integrante de clan, y detrás de un poema escrito en tinta negra, hago la lista de lo que necesito para su llegada: lazo, collar, cama, shampoo, tazon…

B.O.M

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Sobre trama y apariencias del tiempo

          Pasaré el resto de la hora en un cuarto de exámenes, con suerte alguno viene a examinar. Si no, tendré que ingeniarmelas para encontrarle la punta a esta bola de hilos enredados que suele ser el cerebro no teniendo nada particular en mente, en este caso el asunto de desenhebrar resulta novedoso. He intentado observar el teje maneje de las ideas, y la mayoría de las veces he encontrado que el mejor resultado son frases respecto a la acción misma de pensar. Ya tengo un data gordo sobre el acto de escribir, escribir sobre escribir resulta ser lo más inventivo que vengo haciendo en estos actos de observación.
          Luego me pregunto si en lugar de observar el enredijo de los pensamientos, que al final de cuentas son escurrridizos y tratan de esconderse de las palabras, a menos que la palabra sea tan veloz como el acto de pensar, pero si en lugar de observar el interior observara lo exterior, ¿qué ocurriría entonces? Observar las paredes, los escritorios, los fragmentos de paisajes en la ventana se convertirían en un todo quizá. Las paredes con seguridad hablarían, los escritorios, el piso, las lámparas. Nada ocurre en apariencia, no hay trama que contar ni inspiración que desvelar, a menos que los objetos sean escuchados y revelen algún misterio emocionante, pero estan tan quietos en este momento, las paredes tan simétricas y sin embargo, el sonido las traspasa. 
           Por fin algo de trama. En el salón de Ms O´Neill, la maestra de inglés, estan viendo un video en volúmen bastante alto, quiza una obra épica de literatura, se oyen disparos de una batalla encarnizada, eso me recuerda el sueño donde yo intentaba escabullirme con alguien en medio de un conflicto armado, y una bala perdida me atravesó el cráneo, no sentí el disparó de inmediato, pero caí al piso y empezo a escurrir sangre por el pelo, me toqué la sien y el lago de las formas y los pensamientos empezó a desvanecerse en sus propias orillas, todo se fue nublando en un como borrón de niebla caliente, después ya no vi nada, desperté o morí. No sé. La música incrementa el drama del momento, pocas voces se distinguen entre los efectos de sonido, muy buenos por cierto, eso indica que estoy oyendo el climax, o quizá el final de la película está cerca.
          Al parecer me equivoqué, las paredes hablan, pero lo que es la trama tiene que ver con la influencia humana. Los efectos de la humanidad son la trama de cualquier Historia en esta existencia. Las marcas en el piso tienen su historia, pero los pisos son mudos, estáticos, o medio estáticos pues las marcas que les van ocurriendo, indican que no son del todo estáticos, estan cambiando por el paso de otra cosa, quizá el tiempo o el ser humano. Sin embargo, esas manchas necesitan testigos para contar la trama de su historia ¿Cómo llegaron a ese punto? Cosa imposible. Yo no sé lo que causó esa mancha rectangular en el piso, es gris oscuro con chorriaduras como de óxido, puedo imaginar con ayuda de la lógica y decir que un tapete estuvó allí por largo tiempo y se mojó, o acudir a la ciencia forence pero nunca podré estar segura del origen de esa peculiar mancha. En cuanto a las mesas, lo que podrían decir las mesas de no ser duras e inanimadas para el ojo humano, nosotros en cambio, no podremos probar que son ciegas, si acaso escuchar como si fuese uno mismo el que habla.

B.O.M

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Día largo

Te contamos las ventajas de la transmisión manual | Telemundo

Quiero escribir amén.  Casi le pego al carro. Amén. No amén. Dale reversa. 

Ha sido un largo día en la autopista. Viajamos entre Fort Lauderdale y Palm Beach. Yo no conocía Palm Beach por eso decidimos agarrar el camino. La autopista me pone nerviosa, creo que es la velocidad, no importa quien maneje. Por si fuera poco, pasamos por Mar-a-lago. Vimos la residencia de Trump con una gran bandera americana ondeando en lo alto de su techo. Se cree patriota. Yo ya quiero escribir…

Por allí por Mar-a Lago no hay ni donde estacionarse, son residencias privadas; y vaya residencias lujosas. En la cochera tienen unos modelos de carros que si eres amante de los carros, te dejan con la boca abierta. Seguimos norte arriba por Ocean View, de repente L se da un jalón y de un tiro se estaciona en un lugar paralelo que estaba desocupado, too much confidence, pensé. Y sí que se confió demasiado, en el reacomodo, se pegó de más a la banqueta y le raspó el rin al carro, para sus pulgas. Trató de ocultar la irritación consigo mismo, pero le falló. Nos alejamos en busca de otro lugar donde estacionarnos. En una calle aledaña encontramos estacionamiento por una hora, durante la cual, bajamos a la playa y M se sambuye en el mar, él solo porque nadie más le siguió la corriente. El mar estaba algo escarpado, azul y blanco donde chocan las olas. El salvavidas tenía puesta la bandera amarilla que indica “precaución” No encontramos ni un lugar donde M se cambiara la ropa mojada, ni un baño que utilizar. Lástima de playa tan linda nos dijo un muchacho al que le preguntamos en la calle por un baño. Quiero escribir…

Regresamos algo decepcionados al resort. K dijo que nos invitaría la comida porque hoy le pagaron. Él y yo fuimos al Taco Bell más cercano que hallamos en el gps. Yo maneje esta vez. En el camino me iba elogiando porque manejo mejor que su papá, según él. Me emociona, claro. Lo malo es que pronto cambió de opinión. A la salida de Taco Bell el gps indicó darle a la derecha en un sentido contrario y yo seguí las instrucciones. Le atacó el pánico de pensar que un carro nos embestirá de frente. Ha sido un día largo, quiero escribir.

B.O.M. imagen de la red

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Entre el tiempo y el espacio

En mi sueño de Chicago, anoche llegamos sin aviso, sin saber cuál era tu casa. Pasamos por allí y vimos la casa grande que está básicamente en la cumbre del Chicago onírico. Notamos sus muchos ventanales, una casa transparente, pensamos. No preguntes cómo llegamos porque no sabría responder. Lo que importa es que ya estamos aquí.

Atónitos por este Chicago, avanzamos por la gran avenida que divide la ciudad de la parte alta, desde donde se ve otra cumbre luminosa, hasta el valle de bajadas que se bifurcan. 

En algún momento,  perdimos el más pequeño de nuestros hijos entre el gentío y las bifurcaciones de calles y avenidas. Ocupados por la angustia de no encontrarlo, recorrimos las calles de lado a lado, de extremo a extremo en su búsqueda, pero estábamos siendo devorados por las calles y el tiempo, que parecía enredarsenos en los pies para no dejarnos avanzar, y a la vez, sentíamos que habíamos recorrido la ciudad al revés y al derecho.

Vencidos y exhaustos por la conspiración del tiempo y el espacio, subimos por la avenida,  en una glorieta nos topamos con el niño perdido que no parecía alarmado, a pesar de que ya estaba oscuro. Dijo que había seguido a un dinosaurio morado, parecido al que se le perdió hace tiempo. Lo abrazamos y caminamos agarrándolo uno de cada mano para prevenir que se perdiera otra vez en su mundo imaginario.

Entonces, continuamos el ascenso ya sin el peso de la búsqueda. Cuando pasamos nuevamente por la casa grande, casualmente nos topamos contigo en la calle. La suerte nos había cambiado. Nos invitaste a pasar a tu casa. Aún incrédulos de haberte encontrado justo aquí, nos sentimos cómodos y fascinados por la transparencia luminosa de la casa, desde donde se podía ver toda la ciudad, más allá, incluso una montaña verde frente a la sala, donde nos sentamos a beber la copa de tinto que nos ofreciste hace unos minutos.

B.O.M. (de sus sueños) imagen de la red.

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La pre post pandemia

El impacto del COVID-19 en la salud mental de adolescentes y jóvenes |  UNICEF

Hay una chica a unos cinco metros, sentada frente a mí, jugando con su bola de…¿nervios?

Lleva unas botas blancas de enormes plataformas y una minifalda también blanca, con blusa semitransparente, y por supuesto, el cubre bocas; afortunadamente siendo delgada y muy muy joven, cualquier indumentaria le sienta bien; con todo y eso, las plataformas que lleva son incomprensiblemente grandes.

A unos minutos de haber comenzado la clase,  que por angas o mangas, esa maestra en particular ha tenido que dar  desde su casa por el día de hoy. Además están las maestras que por condiciones de vulnerabilidad han ejercido un derecho tácito a enseñar desde su casa y nadie las ha podido obligar a dar clases presenciales aun;  y estando los chicos, al menos la mitad de ellos, de vuelta en el edificio escolar, han sido direccionados a la cafetería, donde tomarán clases virtuales en común, cada uno en su mundo de acuerdo a la clase que les toque,   vigilados por un par de docentes o auxiliares como yo misma. Decía que a unos minutos de haber comenzado la clase, la chica de las plataformas saca una cajita metálica, como las que usaban antaño para empacar las cremas de belleza, y comienza a manipular  una masa como de play doh, haciendo y deshaciendo, sin quitar los ojos de la pantalla, formando y deformando, estirando y encogiendo,  mientras escucha la clase por los audífonos (supongo)  La masa esa, debe ser un aliviador de estrés.

En cuanto a mí, el estirar, moldear, encoger, circular o redondear con manos en el escritorio, por momentos me distrae, y hasta podría afirmar que me transmite el estrés. Siento como si la chica de las plataformas, como si sus manos ocupadas fueran un montón de muchachos del grupo que hablan,  cuchichean entre ellos en medio de la clase, sobre todo porque las manos se mueven energéticamente, sería más acertado decir que se mueven ansiosamente en la manipulación de la materia. Pero el cuchicheo de los chicos estaría  lejos de la realidad, los chicos ahora,  rara vez se dirigen la palabra entre ellos, prefieren el mensaje de texto, o las redes sociales, y quizá los cubre bocas sean la gran barrera a saltar,  algo tan común en estos días con lo que, con todas las angustias y secuelas de la pandemia, día a día batallamos para volver a una nueva normalidad, que solamente se ve venir en la imaginación de algunos.

B.O.M. imagen de la red

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Estados transitorios

13 de  Junio de 2021

Termina la segunda noche en las montañas. Salgo a la terraza y encaro la otra cordillera que está paralela a este lado de la cuesta. Son casi las 9 am y el sol no ha salido. Al parecer será otro día brumoso y tolerantemente cálido. Sin quejas, tomo mi segunda taza de café,  al fresco.

La terraza del segundo piso donde estamos alojados, está enmarcada con malla antimosquitos, lo cual, al mismo tiempo que protege del contacto directo con insectos, tiñe ligeramente el paisaje de nublado, lo cual, no afecta para nada en días soleados como ayer, pero los días nublados son más grises aquí. Estamos a menos de 600 m de altura sobre el nivel del mar y aun así, por momentos estamos entre las nubes.

Qué bien se respira el aire en la terraza, con frecuencia vengo en busca de silencio. La televisión está prendida todo el tiempo, casi siempre sintonizada en el canal de política, lo cual prefiero evitar por las mañanas.

Una breve brisa mueve las ramas del árbol que están a la altura de la terraza,  sentir es como abrazar al mismo árbol, mi mirada se deleita en sus tiernas púas de conífera, y sus diminutas piñas ocre que empiezan a crecer prácticamente en cada brote nuevo. 
Más abajo de la cuesta, se aprecian otro tipo de árboles, cuyos nombres desconozco.
Estas historias descriptivas no tienen conclusión, son transitorias como el paisaje, como nosotros.

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Hide and Seek

Llegué al parque sin observar conscientemente una sola sensación física. Era casi el final del verano. Al cruzar el puente vi la luz de un radiante amanecer en el oriente,  y escuché el ruido de los carros abajo, frenando ante el semáforo,  pensé en un enjambre de insectos sobre la carroña. Percibí el olor a humo de los escapes mezclado con el aire húmedo por el rocío. Y otra vez el ruido del tráfico,  la corriente de un viento fuerte entre las ramas que  hojea desinteresadamente un libro. Me di cuenta de esas cosas,  pero la percepción de los sentidos no se considera como una  sensación física, o ¿si?.


          Del otro lado de los pensamientos, a la sombra espesa del bosque que he llamado por puro gusto “El Bosque de las Libélulas”  mis pasos siguen constantes en su ritmo, hoy no vi ninguna libélula. Y llegue al parque, y me senté en una mecedora que colocaron justo en mi lugar favorito; frente al lago verde azul con franjas de violeta, ese espacio abierto desde donde se ve cómo las cosas alrededor, vacían su forma en el agua ¿para conocerse un poco?  el viento forma ligeras olas  en la superficie de los árboles líquidos, las nubes….la mecedora parece moverse al compás de las micro olas. Es un día tranquilo y…de pronto me doy cuenta de que mi cerebro sabe sin que yo sepa, sabe cómo funciona o hace funcionar el cuerpo; los músculos, cada hueso, los nervios, los ojos, la lengua, la mano, las palabras y, lo sabe mejor que yo, yo no sé como funciona cada uno de ellos. 

        
Entonces me entran unas ganas locas de conocer lo que soy. Me viene a la mente una frase que he visto repetidas veces “El conocimiento más difícil de adquirir, es el conocimiento de sí mismos” es cierto, hablamos del propio cerebro como si habláramos de alguien más. Para conocerse a uno mismo, habría que conocer al cerebro, pero éste, es un desalmado al que le gustan los secretos, tiene curiosidad sobre muchas cosas, y está siempre en busca de algo, pero solo él sabe lo que busca, quizá lo sepa. El caso es que desde entonces, me ha dado por espiar a mi cerebro en un interminable juego de  las escondidas, la cosa es ¿Me busca él también a mi?

15 Hide And Seek Variations – Twists On The Classic Game – Early Impact  Learning

Beatriz Osornio Morales, imagen de la red

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El surrealismo de la realidad

Una de las noches más extrañas, alguien llamó a la puerta a la media noche. Llamaron con insistencia como si avisaran de alguna emergencia.

 L se levantó al baño. Yo no oí cuando timbraron la primera vez, pero oí que L preguntó desde el baño si estaba sonando el timbre de la puerta, o si acaso serìa alguno de los electrònicos que hubièsemos olvidado apagar notificaciones, no sè si se dirigìa a mì, pero conteste que no. Entonces oí la insistencia del timbre. Me dio miedo y le dije a L que no abriera, pero ya se estaba poniendo la bata para ir a investigar què rayos querían a esa hora.

Me levanté de un saltó  con la intención de espìar por la ventana. Antes de ir a la ventana agarré el celular por si tenía que llamar a alguien de emergencia. Cuando abrì una de las cuentas de la persiana en la ventana de la oficina que da a la entrada, no pude ver nada, la calle estaba desierta.

Fue aterrador porque hará unas dos semanas o quizá menos, llamaron a la puerta como a las 9 pm, no alcanzamos a abrir la puerta. Cuando bajamos, solo vimos que un carro estacionado enfrente de la casa encendió las luces y arrancó. No reconocimos el carro y es raro que llamen a la puerta después de ciertas horas, sobre todo gente desconocida. Vivimos en un paìs de locos, por tanto, yo no abro la puerta si no reconozco a nadie.

 Anoche L se quedó un rato abajo, esperando en silencio y en la oscuridad, espiando tras la persiana. Dice que casi en seguida vio el carro pasar de regreso sin detenerse. Si fue alguien que se equivocó de domicilio ¿Tenía que llamar con alarmante insistencia, quién recibe visitas a deshoras, qué tipo de visita sería? todas esas preguntas estarían justificadas en dicha circunstancia. Excepto, ¿Será posible que fuera la misma persona de la otra vez? si lo era ¿Quién es y qué quiere con nosotros? 

Como L tardaba en volver  y yo no escuchaba nada, más que un silencio más pesado que el de la noche, gritè desde la habitaciòn ¿Estas allì? Nada. Solo silencio. Bueno pues qué rayos es esto. Tome nuevamente el celular y descendí las escaleras a la mitad,  desde donde grité un poco más fuerte ¿Dónde estas?  contestó sorprendido, al parecer se asustó. Aquì, dijo. ¿Qué estás haciendo? No me gusta nada, dijo. La otra vez igual. Es posible que fueran las mismas gentes, dijo que el carro se parecìa. 

Entre eso y lo otro, decidimos volver a la cama e intentar dormir,  pero  después de la extraña y  sospechosa visita, tardé en conciliar el sueño. 

Hoy, fue un día con tinte surrealista en el trabajo. Todos actuaban como si hubiésemos coincidido en el mismo sueño. Trataban de escapar pero nuestras miradas se seguían unas a otras.

Esto es solo un ejemplo de cómo la vida puede ser surealista en su más cruda realidad, incluso para los historiadores la realidad corriente es más extraña que la ficción, de allí que se vive con  intensa pasión. 

Beatriz Osornio Morales. imagen de la red