Parece una de las cosas más simples pensar en una mascota. Luego viene una serie de desmangues con cada búsqueda. No basta con decidir qué tipo de mascota se quiere. En mi casa somos cuatro, y en lo que va de matrimonio nunca hemos tenido una. Ahora mis hijos son unos adolescentes y me acusan de haberlos privado durante su completa niñez de la compañía apapchadora. El mayor aun conserva su perro de peluche, que le sirvió (según su experiencia) más que un juguete como compañero de infancia.
No sé por qué el interés en un animal en casa no fue prioridad antes. Nos tardamos en dejar de lado nuestras prioridades, los viajes, los planes a futuro no incluían al peludo. Y qué. Sucede que me cansé de viajar, mis hijos por fin alcanzaron la voz para expresar claramente su deseo. Entonces hicimos equipo para vencer la resistencia del único integrante familiar que tarda más en estar de acuerdo, mi marido. Siempre ha sido un trota mundo. Antes de casarnos era mochilero. Luego durante los años que hemos estado juntos, hemos emprendido suficientes (aunque para él nunca son suficientes)viajes y escapadas.
Concordamos que a finales de Agosto por fin nos haríamos de un cachorrito canino. Tuvimos que concederle al trota mundos, como último deseo, la ida a Florida que nos tomó dos largas semanas. Durant el viaje y al regreso buscamos en la red los tipos de perros disponibles para comprar, visitamos las tiendas de robo, digo, de mascotas, nos dimos cuenta de cómo se comercia con los amigos del hombre, así somos los humanos. Llamamos a criadores de perros para asegurarnos de comprar uno lo suficientemente joven, recién nacido para que no tuviera mucha historia, y con suerte sería más adaptable. Nada, no encontrabamos uno que nos convenciera a todos, si no era perro era perra, si no era muy chico era demasiado grande, si no era de buena raza, era de las razas agresivas, qué sé yo. Terminamos visitando el albergue para animales, tienen algunos para dar en adopción y son considerablemente más baratos. Pero tenían solo perros mayores, grandes, ladradores, intimidantes, con historia de maltrato y una larga memoria del mismo. Me siento incapaz de poder con uno de esos.
En el albergue también tienen gatos para adopción, Así que muy convenientemente, a unos minutos de entrar al ladrerío, salimos aturdidos, seducidos por el silencio y la sutileza de los gatos. Dos veces (una vez fui con mis hijos y otra con mi marido, que odia a los gatos según él) me engatucé, literalmente; tenían gatitos pequeños… y las dos veces casi me traigo uno. Después de la larga búsqueda mi marido accede a un gato y si no fuera porque el que nos gustó ya estaba apartado, habríamos llegado a la casa con gato en lugar de perro. Uno de mis hijos prefiere los gatos y estaba contento con el prospecto. El mayor que ya casi deja la casa para ir a la universidad, se aferró al perro, hizo sus propias llamadas a criadores de shelties, su raza favorita, pero no son tan comunes acá. Mi marido, una vez que se convence, creo que antes no estaba convencido de renunciar a su liviandad de viajar, se vuelve obsesivo, como ya es pensionado buscaba todos los días en los periódicos la venta de cachorros. Por fin encontramos unos recién nacidos de la raza bichon, de solo 7 semanas, sin memoria. Llamamos y ayer fuimos a verlo y a apartarlo. Lo recogeremos el domingo, después de su cita de actualización con el veterinario.
Y ahora que ya es casi un hecho, tengo miedo de no saber cómo entrenarlo, pero es más grande la ilusión de tener un nuevo integrante de clan, y detrás de un poema escrito en tinta negra, hago la lista de lo que necesito para su llegada: lazo, collar, cama, shampoo, tazon…
B.O.M
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