
Estos días he pensado en la disparidad del valor que se da al color de la piel en México. Ese falso valor está muy arraigado, tanto que dirìa yo que reside en el ADN de la historia misma del país. Un ADN alterado drásticamente durante la colonización española.
Si bien antes de la colonización, existía la discriminación por clase social y económica, no existen indicios de la disparidad del valor por el color de piel.
Los españoles llegaron del oriente hechos uno con sus bestias (caballos), y los nativos que una vez habían sido abandonados por su dios principal Quetzatcoátl, el cual prometió regresar cuando el tiempo fuera propicio, y habiendo pensado los nativos que aquel arribo se trataba del ansiado regreso de su dios, creyeron lo primero que les enseñaron los españoles, a menospreciar su identidad morena. Y no importa después de siglos que la colonia se haya independizado de sus colonizadores, el desprecio por lo moreno sigue controlando secretamente la escala de valores en la sociedad.
Basta que te dirijas a alguno con el adjetivo “moreno/a” para ser linchado verbalmente con acusaciones de racismo. Sin embargo, vas por la calle, entras a los mercados y se escuchan frases como “Pásele güerita” “Páse güero” “¿Qué va a llevar güerita” y nadie se ofende por ello, se toma con naturalidad. Así de disparejo y crónico es este sistema de valoración.
Tras el reciente triunfo presidencial de Andrès López Obrador, al frente del nuevo partido o movimiento creado por él mismo y que llamó Morena, Movimiento de Regeneración Nacional, el término morena no sé si fue utilizado con alguna secreta intencionalidad, pudo haberle llamado Partido de Regeneración Nacional sin alterar el concepto ni la ideología, o qué sé yo, y no contaban con que utilizar el término para referirse a los seguidores de morena, habría de ser inevitablemente morenos o morenistas, y eso podría herir susceptibilidades, o a la mejor si contaban con esto y qué. Esto ha desenterrado un pasado discriminatorio en algunos, y todos los complejos de inferioridad han sido confirmados tras una ola de insultos de partidarios que se ofenden más por dicho calificativo que si los comparan con alguna élite nacionalista enconada y maliciosa en USA. A mí me pasó en carne propia. Me puse a comparar en alguna red social el extremismo (que en muchos casos raya en radicalismo) de los morenos con el nacionalismo de los seguidores de Trump, ni siquiera fue comparar a Lòpez Obrador con el actual mandatario en USA. Lo primero que pensaron es que me refería al color de su piel, y vaya que no tardaron en aparecer los reclamos y el escarnio de ambos lados, pero se ofendieron más porque utilice el calificativo morenos que por la comparación. Nadie mencionó siquiera la para entonces no tan disparatada comparación, y en cambio sí sacamos involuntariamente una indeseable brutalidad. No puedo creerlo.
¿Será que aun nos sentimos inferiores ante el valor del individuo blanco por el simple hecho de ser morenos? y los blancos ¿Se sienten superiores por el simple hecho de serlo?
No existe auto desvaloraciòn más incomprensible y ridícula para mí. Voy a contarles otro dato curioso en mi experiencia personal.
Mi marido es inglès de nacimiento y cuando recién nos casamos vivimos como tres años en México. Yo trabajaba y él hacía las labores domésticas, incluyendo las compras de mercado a pesar de su limitado español. Al principio llegaba del mercado y me preguntaba a qué se refería la gente cuando le decían güero “Páse güero” le decían en todos los puestos. Le comenté que quería decir rubio o blanco, y se sintió un poco víctima de racismo; así es, en otros lados no es aceptable dirigirse a las personas por su apariencia física. Entonces le aclaré que en mi país vergonzosamente el término güero no tiene una connotación ofensiva o de inferioridad, sino de cariño o hasta de superioridad, depende del tono con que te lo digan, y se quedó un poco más perplejo-tranquilo, y no del todo convencido por todas las diferencias que se hacen entre las gentes: nacos, gringos, güeros, chaparros, gordos, pobres, ricos, viejos, etc. ¿No podemos describirnos màs amablemente?
Es posible que los blancos se sientan superiores simplemente por el reconocimiento de los otros, pero somos nosotros los que seguimos fomentando dicha superioridad al ofendernos cuando nos dicen morenos, prietos, aunque sea entre nosotros mismos, pero no cuando el adjetivo güero/a es utilizado. Y así, el racismo seguirá fermentando insanamente el ADN de la historia universal.
La belleza y el valor de una persona no radican en el color de la piel, sino en sus características y valores humanos. Hay personas bellísimas de distintos colores y sabores.
Aquí en USA, mucha gente blanca admira tanto la piel morena que le dan un súper valor de calidad saludable. Ellos quieren ser morenos, así que desde jóvenes se van a los laboratorios de bronceado artificial, donde no les queda más que una máscara blanca alrededor de los ojos y quizá las marcas de la ropa interior, pero ellos se siente orgullosos de su bronceado. También se exponen tanto al sol que tarde o temprano, les queda la piel achicharrada y llena de pecas; una piel blanca que se expone demasiado al sol o se amorena artificialmente a menudo, no tarda en perder su vitalidad natural. ¿Porqué entonces desdeñar nuestra morenidad natural?
A mí me encanta la incandescencia del moreno natural, lo mismo que admiro una lúcida piel blanca en su blancura natural, o una vigorosa piel negra.
Aunque dicen que tarde o temprano el pasado se desentierra y es posible que sea cierto, el asunto de basar el valor de un ser humano en la característica del color de la piel, es un error que estaría mejor enterrado para siempre en las profundidades cada vez más remotas de la historia, y no en las profundidades del pecho, ni bajo la bella piel negra, blanca, azúl, morena, roja, o morada, donde tarde o temprano e injustificadamente quizá algunas diferencias a veces duelen.
De la brutal desvalorización del racismo y discriminaciòn en Mèxico podemos seguir culpando a la Malinche o a los españoles, pero en realidad ella, una vez que se dio cuenta de que los españoles montados en caballo no eran Quetzalcoátl, que regresaba del remoto abandono de años en el que dejó a su pueblo, aceptó e interpretó a los extranjeros (tenía el don de las lenguas) no porque ella despreciara su propia morenidad, sino que aprendió a valorar la existencia de otras razas, además le prometieron para todos un dios que no abandona jamás a su gente. Aquí se puede leer un poco màs sobre Malinche : https://etcetreadeluz.blogspot.com/2014/07/malinche.html
Lo cierto es que en la actualidad existe una amplia clasificación de valores en México. De hecho se ha hecho la pregunta para determinar si la venenosa discriminación en todas las denominaciones ofensivas que existen en México, es debido al racismo o al clasismo. La revista en español A+J nos explica en este video a grandes rasgos, la dicotomía del clasismo y el racismo y el papel que los medios de comunicación juegan hoy en día en su existencia.
https://www.youtube.com/watch?v=mibZVZr-fr8
Martin Luther King Jr, dijo una vez: “Tengo un sueño, que mis cuatro hijos pequeños un día vivan en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”
Es posible que ese sueño se haya soñado antes por siglos y siglos, pero sòlo Martin Luther King Jr. se atreviò a soñar en voz alta. Y quizà despuès de èl su sueño sigue siendo el sueño de muchos. Yo por mi parte, despuès de pensar y pensar en la discriminación y el racismo, creo que todas las personas en México y cada país sobre la tierra, de cualquier color e identidad, tienen el derecho natural de por lo menos aspirar a sentirse a gusto en su propia piel sin ser juzgados.
Beatriz Osornio Morales. Julio, 2018. Imagen de la red.
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