Estuve a punto de detonar la muralla del silencio, luego, la duda.
Leyendo a Hemingway dan ganas de escribir distinto, un poco sobre la línea, desde arriba, desde afuera, hacia allá, o hacia acá, con un estilo hiperrealista, pero, (sin quejas) hay tan poco aquí. He estado mucho tiempo en este lugar, lo que hay parece poco, las cosas están siempre calladas, mudas. Lo que yo pueda decir de mi banco frente al espejo, de pronto carece de importancia, es irrelevante, necesita una trama, ser parte de ella.
Ojalá ocurriera algo qué contar para levantar este escenario desde dentro. Quizá lo que necesito en este momento es imaginar, imaginar que las cosas (mis cosas) tienen algo que decir, y que yo tengo la disposición de escuchar y escribir, practicar la descripción realista, como Hemingway.
Mejor aún, hay que salir con todo y sin titubeos (son muy feos), asomarse a la puerta, sentir el fresco de la noche en la cara; todavía iluminan las luces encendidas de navidad. El año ya pasó. Es año nuevo, y el corazón late con una extraña anticipación distinta a la de cada año.
Vencida la duda, el silencio se derriba en estallido de cristal. Al caer, las luces van reflejando los instantes de un nuevo sonido, las risas y el chocar de los vasos en el brindis.

B.O.M, imagen de la red