Brota agua de mar
en tu orilla, la luz se antepone
al ruido de las máquinas de lavado,
pero otras voces como las moscas,
prevalecen, riñen
listas para comerte el corazón y caducar,
el tren pasa por el tiempo
como el invierno, al final, la primavera.
Aquí, donde la calle muere
y quizá todo lo que toque,
tarde o temprano también muera,
he colgado alpiste para los pájaros
en una casita roja,
techada con mi nostalgia: un refugio
donde guarecerse de las tormentas,
y de los cerdos,
hasta que pase el próximo tren
y podamos besarnos,
donde la calle muere.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red
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5 respuestas a «Donde la calle muere II»
Interesante y hermosamente dicho, Beatriz. Salud.
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Gracias Julio, viniendo de ti es un honor. Saludos!
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El dolor es vivir en una calle que no tiene final, porque tampoco tuvo un principio.
Saludos,
J.
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Como todo principio, quizá sea un sueño. Saludos José.
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