
La tibieza de un cuerpo es imposible de anular en el tacto de las sombras; incluso es más intensa, al roce obscuro, su calidez cobra forma, su brazo alumbrado resiste invencible, voluptuoso. El rostro eclipsado parcialmente de barba elucida un misterio insondable, que arranca al pecado la mitificación de las palabras. Entre líneas, abatida la tempestad, se diluye en forma corpórea de luz interna. Lo demás es nido de arañas. De rodillas en las sábanas blancas que te recuerdan estando ausente, y te acarician estando juntos, amante, no sé si deseo más tu cuerpo macerado, que desnudo moldea las sombras del vacío, y las penetra, o ese otro ser oscuro que soy no es nada sin ti. Si eres el todo donde existe la posibilidad de un todo, eres, haces que sea, somos horizontes descontinuados, pero juntos. La salamandra del silencio que surge de no estar contigo, es una belleza atroz. Caigo a los pies del diluvio por tu cabellera, por la mañana me resurges de entre los brazos abiertos al sol.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de la red