En abril, narcisos y tulipanes encantan los jardines ingleses, colorean desde los patios de las casas hasta el extremo de las veredas, junto a las vías de los trenes, como si alguien siempre olvidara los bulbos fuera de temporada en el lugar menos pensado, y al llegar la primavera, aquellos brotaran al olvido humano, eso hace que los trayectos del tren sean más placenteros.
Pasando Newark hay una fábrica generadora de energía eléctrica, los múltiples cilindros despiden gordas bolas de humo que se funden con las nubes grises.
El alta voz dice que se aproxima la parada a Lincoln, donde nos recibirá el primo de mi marido.
Ariel piensa que las bolas de humo son de vapor…eran hace unos minutos, en el tren las cosas pronto ya son pasado.
Plataforma número seis. El viento sopla de forma inconsistente, aspirando partículas de polvo y retazos de cielo nublado, enredándolos entre los abrigos, pero en el puente que une las plataformas, se percibe el aire más fresco y húmedo por una brisa que llega de distintas corrientes, se adivina desde abajo, donde Ariel y yo intercambiamos miradas, y una tímida sonrisa logra zafarse de la fatiga al ver cómo flotan las bufandas y las cabelleras.
La puerta del vagón se cierra, el tren en el que llegamos se aleja, mis ojos ya observan desde un puente elevado. No entiendo la sensación de abandono que el tren deja tras su partida.

B.O.M. imagen de la red
5 respuestas a «Diario de Abril 9»
Siempre alguien se queda atrás cuando el tren parte. Supongo que de allí proviene esa sensación.
Saludos,
J.
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Supongo también que el que se va deja algo, alguien. No sé.
Muchas gracias por tu comentario José. Saludos.
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Cómo si el viaje se hubiera adueñado de nuestro futuro.
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Definitivamente, Carlos. Saludos.
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