…habiendo desnudado la existencia, las palabras son el mejor cómplice.
Era una tarde pasmosa de verano, como casi todas las tardes en la isla cuando no hay brisa. El sueño de su compañero la hizo saltar; repentinamente saltó de un sueño a otro.
El soñaba el sueño de la media noche, y ella veía un pez muerto en la orilla; las olas que apenas se distinguían de la extensa masa azul, cortada por la espuma de un líquido trasnochado, apenas movían el animal muerto, el cual se perdía por unos instantes en la tumba de espuma, luego, la débil fuerza orlada, le regresaban a la arena, desde donde volvía a desaparecer casi de inmediato.
El sueño de la tarde se condensó en este oscuro sueño. Las manos ¿de quién son esas manos? le cubren el rostro. Las manos son lo único que se puede ver, unas manos eclipsando la cara, y alrededor, oscuridad, una oscuridad que no existe en el verano.
Empieza a gustarme esto de soñar y hablar de ti, como si fueras algo distinto, igual que el pez muerto en el vaivén, ¿sabes? El vaivén es algo que nunca entendí, hasta hace poco, por esos días en que nos conocimos. Y como es cosa de la gravedad lunar (fuerza de gravedad), no sé, sabes tú cómo llegué hasta aquí. La farmacéutica dijo que la firma de patente había sido afirmada, que me servirían el fármaco con solamente revisarme la identificación. Listo.
Te despiertas y saltas ahora, saltas sin saber que saltas a un cuerpo vacío, porque yo he habitado ese vacío, y nos mudamos a un estante de comida rápida, sin ti, contigo.
B.O.M
Una respuesta a «Contigo sin ti»
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