“pero dime quienes son ellos, esos/ acróbatas un poco más etéreos que nosotros mismos”
I
Me considero loco.
Pienso que si nos agarramos fuerte
llegaremos a otra ciudad de alas blancas.
Con un poco de suerte
un poco de olvido, así es más fácil saltar.
De un medio día a otra memoria
de una ciudad a otra isla,
de un encuentro a otro
pero solos,
nos llevará el salto
a un signo
de promesa cumplida.
II
Aquí en el cielo raso de este edificio
el aire es fresco, tengo miedo…
el viento se adivina
lleno de pájaros negros,
es duro alcanzar la cuerda invisible
entre los rascacielos, duro,
de no ser por la benda de los ojos
podríamos ver más allá.
Dicen que basta con impulsar los pies,
soltarse del cuerpo.
Saltaremos juntos mi reflejo y yo, tú
de edificio en espejo
de espejo en edificio.
III
Estoy aquí porque me quedo.
No sé estar con nadie.
Me quedo nomás
a cuenta de una caricia multiplicada,
solo.
Aquí en el frío del cristal,
echandote de menos
el vapor quema
con la herradura del fuego.
Por la señal de tu cuerpo
asciendo -primero-
IV
Saltar
con los pies juntos y los brazos abiertos,
saltar a un aire más íntimo.
En la calle soy loco, disidente
punta del caos y del sismo.
No me dejes caer en la oscuridad.
¿Sigues allí?
loco, perseguido por manicomios
de flores y campanelas,
y cláxones de autos
enredados en los brazos.
Enredame las piernas
como raíces alrededor del dorso,
para no descender más hondo
alrededor del anima.
V
Al final de toda avenida
hay una galería de idiotas.
Yo soy el peor de los locos,
el sol es otro,
la señora del carbón, doña Lucha
el mercado negro,
la niña de las diademas, el tragafuegos,
el señor manco de los caramelos, y
tú junto a mi,
loco sin más oficio
que la locura.
VI
Detrás del vidrio
lleno de libros no escritos, ventanas,
adioses que llegan o se van a la cama,
se quedan los besos
colgados a la pared y a las medias,
los sueños de un clavo oxidado.
Alguien dice hasta mañana, buenos días,
¿Hay alguien allí?
“Quedarse a puertas abiertas,
irse a puertas cerradas,
es lo bueno del cristal.”
La noche no tiene puertas
solo crepúsculos,
aberturas adelgazadas,
llagas en la mirada.
Que nos libre la noche
de estar solos,
pacíficos, acompañados, que nos libere
de los títulos y los gobiernos,
de los ángeles y el día de descanso,
de la alegría sin tentaciones,
líbranos
que de los idiotas nada nos libra.
Dicen que es duro estar vivo,
yo digo que es duro estar muerto.
Beatriz Osornio Morales, cita de Reiner M. Rilke, imagen de la red.
Una respuesta a «Una Ciudad de Alas Blancas: poema completo»
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