Esta mañana me corren carreteras en el estómago. Su viento inequívoco me advierte las distancias y travesías, dejando en las orillas sus orígenes y sus destinos aparentemente hoy inalcanzables.
Me corren en sentidos opuestos carreteras nunca derechas, curvas de sol, asfaltos, vuelcos de corazón doblados, velocidades elevadas. Un viento las hunde y yo las contemplo con el vértigo de las alturas, con el paso de los borrachos me equilibro en esa cuerda invisible, deshojando en la memoria una flor extinta. El café está un poco amargo.
En el siglo 16 la verdad era más verdadera, ahora cada verdad tiene sus verdades y sus mentiras se consideran también verdades a la sombra de las plantas y la amibas.
Es tan extenso el espacio interior que le caben los pasos, los vuelos, los viajes nunca realizados con sus respectivos aromas, se cree que cada palabra es un destino pero solo es una travesía que tarde o temprano se consuma. ¿Habrá palabras que nunca se pronuncian?
Al releer esto quiero arrugar el papel y tirarlo a la basura, sin embargo, simplemente suspiro ante la pantalla.
Hay que callarse por momentos la tortura del verano.
Estos días largos incomodan y empujan a la temporalidad de la carne.
La verdad de otros siglos, las palabras, las vías en tránsito, mi estómago, incluso la curva del sol, todo es absurdo esta mañana. La única verdad probable es que el café está un poco amargo y es rico.
Beatriz Osornio Morales.
2 respuestas a «El Café Está un Poco Amargo»
Hay días que se despiertan intransitables. Y el café que debería servir de antídoto aporta su propia amargura. A pesar de todo, te deseo feliz jornada. Un abrazo.
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En realidad el café siempre es el antídoto para cualquier mañana de incertidumbres, esa amargura es parte del café, lo hace rico y por eso lo consumimos. Y aunque a veces esa sea la única certeza, es una buena certeza.
Un placer tu visita, Carlos. Abrazo.
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