Bella puso el pie en el acelerador, tan pronto la luz del semáforo cambió a verde. Al dar vuelta en Big Woods se percata de que la calefacción le está produciendo un sudor frío y oloroso en los pies, como cuando tienes una fiebre. A Bella le sucede cuando no se pone calcetines, pero hoy sí recordó ponerse calcetines antes de salir.
Checa el termostato y está en el número 1, el efecto mínimo. Esto descarta la posibilidad de…. Sigue pensando en calcetines hasta el siguiente semáforo. Ocupada en sus pensamientos, no se da cuenta de que la luz está en rojo, por lo que tiene que frenar el carro con un rechinido alarmante, y aun así queda sobre la línea blanca, excusa suficiente para que un policía de tránsito que pase casualmente por allí, la amoneste por obstruir el paso a peatonales. Por si las dudas, piensa en dar reversa un poco, pero cuando voltea a ver el retrovisor, nota muy cerca un carro rojo con camper alto que le parece extraño. “Ese tipo de rojo ya no se ve” piensa. La luz verde está tardando demasiado. Otra vez el sudor frío y oloroso.
Normalmente habría notado el amanecer en todo su esplendor, se considera de esas personas que madrugan solo para ver el sol asomarse radiante de alguna profundidad misteriosa. Pero hoy no tiene interés en ello.
Presiona el acelerador más fuerte, tratando de perder el carro rojo, el cual continua pisándole los talones.
A esta hora no hay mucho tráfico, la mayoría de los días son así, a menos que haya algún accidente o anormalidad en la carretera, así que acelera. Acelera y siente que le sudan las manos.
Se limpia el sudor, una mano a la vez para no abandonar el volante. Empuja el pie de plomo hasta el fondo del acelerador…pero en la próxima esquina un carro blanco se le mete de pronto adelante, reduciendo su espacio de frenado. El carro rechina, el camper rojo también frena fuertemente y los bocinazos no se hacen esperar. Bella trata de distinguir al conductor por el retrovisor, no se ve a nadie. Con el amanecer a sus espaldas, el frente del carro aún está oscuro a esta hora, en esta temporada del año, eso explica el viajar dentro de la boca de una caverna oscura. En su mente una voz le pregunta si conoce a un tal Julio Cesar Pérez, el nombre suena familiar, pero de dónde…¿o es Chávez?
No es momento de entretener pensamientos casuales, se reclama.
El carro blanco se ha ido a la derecha dejando el camino libre para por fin desaparecer a la vista del camper rojo. Por el rabo de ojo, Bella alcanza a ver el perfil del conductor del carro blanco, se trata de una mujer de edad avanzada con el pelo a los hombros, pintado de rubio, quien sabe porque le parece conocida y peligrosa.
Sonríe momentáneamente aliviada, creyendo haber escapado de algo terrible, un secuestro, una caída a otra dimensión, a una premonición tal vez, de esas que se aferran a ti como una bestia con las fauces encajadas a la pantorrilla, pero el sudor frío y oloroso continuaba cuando llegó a la oficina. En el lugar donde normalmente se encuentra a salvo, hasta la pantalla de la computadora está irreconocible y la contraseña de entrada no funciona…no puedo seguir así, esta misma noche haré una cita con el psicólogo, previene Bella, mientras se limpia las manos con nerviosismo.
Beatriz Osornio Morales, Hampton, Va. Junio, 2017
imagen de la red.
4 respuestas a «PARANOIA»
Gracias. Feliz domingo.
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ufff un relato verdaderamente angustioso,consigues que el lector entre por completo en materia.
Un abrazo.
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Quise transmitir la angustia que produce esa sensaciòn. Misiòn cumplida. Feliz domingo Carlos.
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[…] Origen: PARANOIA […]
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