Naturalmente eran solo recuerdos ¿Cómo podrían ser algo más que recuerdos?
En aquel entonces no te ocupabas de la política; de la doméstica te entendías bajo el agua, bajita la mano como te enseñaron las tradiciones religiosas de la familia. A la política internacional la desdeñabas, sintiendo quizá que si te interesabas en ella, estabas traicionando tu patriotismo arraigado por la experiencia de unidad familiar. Creciste sabiendo por tu padre, que tus ancestros habían sido parte vital de muchos acontecimientos históricos, sobre todo en tiempos de La Revolución Mexicana, eso te hacía sentir orgullosamente rebelde, pero un día tuviste que saber lo que en realidad se necesita para rebelarse de fondo y no solo con palabras, también tuviste que entender que una cosa es aprender historia y otra entender de política aunque vayan de la mano.
Para que le buscaras el hilo a la política doméstica tuvo que pasar lo inimaginable, ser víctima de un atentado y un corazón roto. La globalización no nos ha dejado otra que poner más atención en la política internacional, que siempre fue la piedra de sacrificio para invocar el mito del patriotismo.
Cruzaste la frontera en una visita al gabacho, y allí supiste lo que sienten los extranjeros en otro país, un extraño frío en la panza, la cabeza a punto de explotar, pero sabías que era solo temporalmente, que un día regresarías al calor de tu hogar. Y aunque te paso la idea de irte a otros países del mundo haciendo el bien, tus raíces con la madre tierra entonces no te dejaron.
Pasaste años en la inquietud y finalmente te fuiste a vivir al extranjero, fue entonces cuando experimentaste lo más sombrío del abandono en que se convierten los migrantes, dolía como duelen los huesos cuando estas creciendo, como los huesos aprenden a crecer cada noche en el cuerpo, ellos, los migrantes tienen que aprender a crecer en esa otra tierra. No solo habías roto las posibilidades de volver a tu país permanentemente, sino que también habías abandonado la idea de que la religión fuese tu refugio y el motor para esa futura vida. Sin todo aquello, pero sobre todo, sin la presencia palpable de lo familiar, tendrías que vértelas duras para asentar cabeza y hacer vida por tí misma. No es fácil vivir sin que te digan cómo, esa es la más grande rebelión. Rebelarse es vivir sin los parámetros de los que te dicen cómo esto o lo otro, pero vienes de gente con sangre caliente, con gustos picantes, con orgullo cultural, y de una espiritualidad cósmica ancestralmente arraigada, lo sabes. El migrante aunque viva fuera por mucho tiempo, y se vayan remodelando su visión y sus ideas, sabe que en el fondo el corazón sigue siempre la misma brújula. El cambio más relevante es que los demás ya no son tan distintos.
Escribir esto puede haberse tratado de un acto de la memoria, pero esta certeza de interés en lo social es de hoy y es auténtico, y qué lindo sería que esos sueños utópicos fueran verdad, ahora que acabas de cruzar otra frontera.
Beatriz Osornio Morales. imagen de Salvador Dalí: El Sueño de Venus
8 respuestas a «Cruzando Fronteras»
…//… vienes de gente con sangre caliente, con gustos picantes, con orgullo cultural, y de una espiritualidad cósmica ancestralmente arraigada,
…//…el corazón sigue siempre la misma brújula.
Me gustan mucho tus escapadas…/ por la memoria, Beatriz
Saludos!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Esas escapadas que a veces dicta la nostalgia Lucio, muchas gracias por venir por acá.
Abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reblogueó esto en SENDERO blog.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bien por las emociones vertidas en el comentario y texto. Estar en una casa que no es la tuya duele, vivir en otra norma, con otras costumbres, nada facil uno puede caerse. Excelente texto Beatriz. Si me permites, lo llevaré a mi blog. Abrazo y rosas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Rubén. No sabes qué emoción me da que compartas algo mío en tu blog y por supuesto que me parece genial.
Abrazos.
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en UNA LUZ MÁSy comentado:
Cruzando una nueva frontera.
Me gustaMe gusta
Bueno, Beatriz, que me vas a hacer llorar, porque a pesar de ser un análisis ordenado y racional, tu texto toca fibras que uno a veces prefiere no tocar, justamente por miedo a ese dolor de los huesos en constante crecimiento.
Desde que salí de mi tierra, he vivido en tres países distintos, y creo que esa experiencia me ha enseñado dos cosas: la primera es que, una vez fuera de mi país, he sido extranjera *en todas partes*, y como tal, vivir aquí o allá me ha sido indiferente: ahora «el mundo es mi ostra». La segunda es ver el mundo sin tanta frontera y separación: una vez trascendido el velo de una cultura nueva, uno se da cuenta de que los seres humanos no son tan diferentes, después de todo.
Lo de la globalización me espanta un poco, porque creo que una consecuencia inevitable al hacer una amalgama es que los elementos individuales se van perdiendo: el sabor picante, el orgullo histórico, el refugio de los ancestros. Me gustaría verlo de manera positiva y pensar que eliminar esa individualidad es eliminar lo que nos separa, o pensar que nos enriquecemos de lo que adaptamos del otro, pero creo que en ese sentido sólo el tiempo dirá.
Claro que lo que he dicho hasta ahora, es lo que me dicta la razón. Lo de la nostalgia por lo familiar, ese es el pedacito que siempre duele.
Un besito de exilio.
Me gustaMe gusta
Tres países? mujer! es fascinante lo bien que te puedes adaptar. Yo estoy cansada de mudarme y dejar parte de mi atrás. La idea de que tus hijos crecen sin tu patriotismo pueril porque cómo pueden amar un país donde no nacieron, y no tienen arraigos, su mamá les habla de ese país, lo han visitado y conocido a sus familiares allá, pero después de tres o cuatro días quieren regresar a su gringoland. Nuestra familia está conformada por tres nacionalidades bajo el mismo techo. Es raro y rico.
Esa frase de «el mundo es mi ostra» es linda y segura, no cualquiera la siente a plenitud.
Gracias por venir por acá taty.
Me gustaMe gusta