“I am unwritten, can´t read my mind”
Una mañana, de camino al trabajo, escuchaba a Natasha Bedingfield “Unwritten” Se me olvidaba cuánto se parece a mi esa canción. Yo también estoy sin ser escrita. Pero esta canción es la versión de mí que encuentra el lado positivo, la que ve la luz en las cosas, o las cosas a la luz, como sea.
Ese lado mío puede ser potente. La experiencia de la luz es poderosa y cuando se está bajo esa experiecia, uno siente que todo es posible, hasta inventarse escribiendo. Solo tiene que encontrarse la punta a la línea del instante, y ni eso, porque puede tomarse cualquier punto en la línea como principio, y avanzar en la dirección que se quiera. Ya sea hacia la derecha, la izquierda, hacia adelante (Proyectarse) o hacia atrás en retrospectiva, ascendiendo o descendiendo; son muchas las posibilidades de lo no escrito.
Así, mientras cantaba las palabras que Natasha pusiera en mis labios, traspasaba el carro la luz de un amanecer claro y húmedo del verano, una luz irrompible y cálida se teñía de lilas. Yo peinaba con el movimiento los árboles, los postes de electricidad, y con la mirada recorría los contornos de las banquetas y de los demás carros. Al terminar la canción, la travesía había terminado. Baje del carro, inspirada por tan linda forma de comenzar a escribir el día. Era viernes 9 de Septiembre, quedaba escrito en mi página blanca hasta entonces, y hoy algo más se alcanza en la distancia.
“Feel the rain on your skin
none else can feel it for you,
only you can let it in
none else can speak
the words on you lips”
B